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De vacunas, doctoras y alarmas gratuitas
Acabo de ver esta noticia en la prensa de Baleares. Pensé que sería una de tantas noticias sensacionalistas de ese tabloide, pero compruebo con estupor que la prensa nacional también la recoge. Y, como era de esperar, ninguna de las afirmaciones se contextualizan. Veamos la noticia.
Dice la médico que «No pretendo crear polémica, ni criticar, ni enfrentarme a nadie, pero creo que es necesario dar información». Me explicaron una vez que un «pero» en una frase anula lo que lleva delante, como cuando dices «no soy racista, «pero»». Seguro que la médico ha hecho sus estadísticas y se ha estudiado los pivotales de los estudios y las fichas de aprobación, pero creo que ha obviado un par de multiplicaciones y restas, así que me he tomado la molestia de hacerlas por ella y el periodista.
Según comenta, «en su larga experiencia nunca había visto tantos efectos secundarios en tan poco tiempo a partir de una actuación sanitaria», con 19 personas que han acudido a Urgencias tras recibir la vacuna. En Menorca se ha vacunado a 12722 personas. Considerando que la de Astra Zeneca (AZ) supone 78000/236760 de esas vacunas, estimamos que 4191 menorquines han recibido esa vacuna. Según los datos del estudio de seguridad e inmunogenicidad de la vacuna ChAdOx1 nCoV-19, publicado en Lancet, entre un 40 y un 70% de las personas que han recibido la vacuna han sufrido algún evento adverso sistémico (dolor, fiebre, malestar general), y un 5% de todos tenían una reacción adversa importante. Eso serían 210 pacientes. Sin embargo, en su «dolorosa experiencia», ha detectado a 19 pacientes que consultan tras recibir la vacuna. Creo que 19 es menos que 210. Incluso si nos vamos a un análisis con más pacientes, vemos que la incidencia de eventos adversos graves («SAE», aquellos que precisan ingreso o asistencia en urgencias) es del 0,9%. Por tanto, en Menorca deberían haber visto 37 pacientes con SAEs. Y 19 sigue siendo menos que 37.
Así que la doctora debería estar sorprendida de que su experiencia no corrobore los datos de los estudios originales porque, según sus propias observaciones, ¡la vacuna de Astra Zeneca es más segura de lo que afirma la bibliografía!
Podríamos concluir que la doctora debe de saber de Medicina pero se le han traspapelado algunas cuentas. O podemos profundizar un poco más.
La doctora Popel se muestra partidaria de detener la administración de la vacuna AstraZeneca, «es mi opinión en función de lo que estoy viendo» […] desde hace ya tres semanas no hay ningún ingreso en el hospital por coronavirus, «entonces qué sentido tiene vacunar a la gente cuando no hay ningún caso si hacerlo puede provocar efectos secundarios relacionados con AstraZeneca»
Toda la razón. No sé qué sentido tiene poner la vacuna del sarampión, si ya no hay sarampión, ni ponerme el cinturón en el coche, si no he tenido ningún accidente, ni ponerme un condón para follar, si nunca he tenido una ETS. Completamente lógico.
Sigamos contextualizando. Seguro que esta médico receta Adiro (Aspirina, ácido acetilsalicílico) a gente que ha tenido infartos o ictus. O, al menos, confío que lo haga, y espero que no tenga dilemas morales o técnicos por ello. Seguro que sabe que la Aspirina produce hemorragias en 8,6 /1000 personas/año (0,7 letales). Si a esas 12722 personas vacunadas les hubieran recetado Aspirina en vez de ponerles la vacuna, tendríamos 109 casos de hemorragias graves y 9 muertos por hemorragia. Es decir: es más peligroso que te receten Adiro que recibir la vacuna. Pero por favor, que nadie corra ahora a quitarle el Adiro a sus padres o abuelos.
Y terminemos de contextualizar. Menorca tiene 96620 habitantes y se han registrado 2075 contagios por SARS-CoV2, 104 ingresos en planta y 38 en UCI por COVID. Si, mágicamente, antes de la pandemia, cuando había 0 contagios por SARS-CoV2, toda la población hubiera estado vacunada con AstraZeneca y su 70% de eficacia para reducir infección y un 100% para reducir casos graves, se habrían evitado 1450 contagios, 104 ingresos en planta y 38 ingresos en UCI. Y creo que eso son más que las 19 personas que han consultado en Urgencias.
¿Alguien sigue teniendo dudas de por qué debemos seguir vacunando, y mejor cuanto más deprisa?
Cuando la Medicina se toca con la ciencia ficción: bolsas de la compra e infartos (revista Naukas nº3)
Está a punto de publicarse el tercer número de la revista Naukas, en el que he tenido el honor de participar junto con grandes científicos y divulgadores como JM Mulet, Lucas Sánchez, Miguel García Álvarez o, qué carajo, cualquiera de los otros autores (francamente, a veces me pregunto cómo me dejaron entrar…). Hace semanas se inició un proyecto de financiación colectiva para su publicación que ha sido un éxito, y veinte días antes de que termine el plazo para poder conseguir la revista, quería compartir con vosotros una parte de mi artículo para animaros a que os hagáis con una copia. Como me dijeron una vez, «Aquí el más tonto hace relojes», y si os gusta mi texto sólo os digo que cualquiera de los demás son aún mejores.
Dicho esto, vamos al tema.
Bolsas de la compra e infartos
Posiblemente sepas que el infarto de miocardio se debe a una obstrucción o la angina a una estrechez en las arterias del corazón: la sangre no fluye bien, y el músculo que nunca se cansa empieza a quejarse y a doler. Para tratar esto se «desatascan» las arterias: en 1977, a un pionero alemán, Andreas Grüntzig, se le ocurrió que inflando un globo en el interior se podía dilatar el vaso y mejorar el flujo a su través. Buena idea, pero con el paso del tiempo el vaso tendía a contraerse otra vez y deshacer lo logrado. Así que en 1986 se mejoró la técnica: ¿y si «apuntalamos» la arteria una vez abierta, colocando dentro una malla metálica, un stent? La eficaz idea ha salvado miles de vidas a fecha de hoy: sin embargo, por muy buenas que sean las aleaciones de cromo-cobalto que se usan, eso de tener en el corazón una trama de 3×20 mm de metal no parece muy fisiológico, que digamos… Un stent metálico desencadena una reacción inflamatoria en el tejido circundante, una «cicatriz» que puede volver a ocluir la luz del vaso. Esa malla metálica dificulta el poder poner otros stent por la zona, y ni hablar de si «enjaula» la salida de otro vaso: ¡olvídate de poder tratar un infarto en esa rama!
Bien, ¿y si tuviéramos la opción de poner una malla que se absorbiera pasados los años? Algo que sólo estuviera ahí el tiempo imprescindible para que se estabilice la pared de la arteria, y que desapareciera mágicamente una vez que el vaso ya estuviera curado. Algo así como la bala de hielo de la película “Se busca”, pero que funcione de verdad.
Cambiamos de tercio. Salimos del laboratorio de hemodinámica y vamos a hacer la compra. Si frecuentas ciertos hipermercados de nombre francés habrás visto que desde hace un tiempo te dan (cobran) una bolsa con un tacto extraño, que dice que es biodegradable y hecha de patatas, y que desaparece en unas semanas haciendo que cuando la vuelvas a usar para llevar unas botellas acabe todo desparramado por el suelo. Esa bolsa se hace, esencialmente, con azúcares procedentes de la patata, el maíz o el trigo, fermentados con bacterias del género Lactobacillus para obtener ácido láctico, el mismo que da el sabor agrio al yogur. Dos moléculas de ácido láctico se unen (esterifican) para dar una de lactida, y ésta se polimeriza formando cadenas de ácido poliláctico de más de 100 kilodalton de masa. El material que sale de ahí es un termoplástico que dicen que nos librará de la dependencia del petróleo y que, en lo que nos ocupa, cuenta con la ventaja de degradarse fácilmente sólo rompiendo los enlaces éster y liberando ácido láctico, que los granulocitos de la sangre usarán como fuente de energía.
Estas dos cosas tan dispares, stents y bolsas de la compra, se unieron en el año 2000 de manos de los doctores Igaki y Tamai, que publicaron los resultados de unos stents fabricados de ácido L-poliláctico, el mismo material de las bolsas de la compra. Es un plástico que, además, tiene la peculiaridad de recuperar su forma original expandida bajo ciertas condiciones de temperatura, con lo que una vez implantado en la arteria la mantiene abierta “activamente”. Y, por terminar de rizar el rizo, se pueden añadir en su fabricación aditivos como el everolimus para que el stent los libere progresivamente y así dificulte la formación de excesivas «cicatrices» en el vaso. Así que, dando una visión de perspectiva, tenemos una estrechez en una arteria coronaria que hace treinta años solo habríamos podido tratar rajando el esternón y puenteándola con otra arteria. Hoy, en cuestión de minutos podemos dilatar esa estrechez y mantenerla abierta con un »muelle» de un material que se disolverá una vez cumplida su misión, habiendo liberado antes una sustancia que controla el proceso de reparación de la arteria para que en unos pocos años allí no quede ni rastro de lo sucedido. No sé por qué los llaman Bioresorbable vascular scaffold, si «stent ninja» habría tenido mucho más gancho.
Reiki: otra magufada de tomo y lomo
A veces uno descubre cosas tan inverosímiles que no se explica cómo es posible que incluso haya hospitales públicos y asociaciones estudiantiles que las amparen. Tan absurdas que no entiendo qué parte del cerebro se desconecta para que parezcan una buena idea. Me refiero al reiki.
Resumidamente, el reiki es una artimaña mágica milenaria (inventada en el siglo XIX XX) que afirma ser capaz de curar numerosas enfermedades gracias a la imposición de manos. Sólo que en vez de llamarlo «imposición de manos», que suena demodé, viejuno y casposo, le ponen un nombre japonés que significa algo así como energía vital universal1 (energía y oriental, ¿qué sería de los magufos sin estas palabras?). El reiki afirma que la enfermedad se debe a un desequilibrio de ese campo de energía y que, aquí viene lo gracioso, el organismo puede alcanzar la autocuración si un chamán «equilibra» esa energía y «reorienta» los campos energéticos. No, en serio, no os riáis, que hay gente que se aprovecha de semejante gilipollez para engañar a enfermos.
¿Pero cómo se comete semejante despropósito?1 El reikipeuta primero se concentra en la sanación que quiere conseguir (la intención es crucial: si no, el tratamiento no funciona). Después pasa las manos extendidas por encima del enfermo, de la cabeza a los pies, para notar el flujo de energía (incluso a través de la ropa) en forma de cambios de temperatura. Por último, el curandero «reorienta» el campo de energía, quitándola de donde sobra, poniéndola donde falta y mejorando la armonía con el Universo en general. Todo este tratamiento, sin necesidad de diagnosticar y ausente de efectos secundarios, porque el reiki sabe dónde y cómo es más útil. Vamos, el mejor descubrimiento después de la penicilina. Y por si fuera poco, tras un breve aprendizaje de dos días también puedes administrártelo a ti mismo o a tu perro: con más tiempo serás capaz de hacerlo a distancia concentrándote con una foto del paciente.
Sin rodeos: es tan absurdo que hasta una cría puede desmontar semejante mamarrachada. No es ninguna exageración: Emily Rosa, una adolescente estadounidense, fue capaz de diseñar hace catorce años un sencillo experimento que evidenciaba la estupidez que es el reiki2. Emily se preguntó: si todo este montaje se basa en un campo de energía, ¿por qué no comprobar si los reikipeutas son capaces de sentir esa transferencia energética a ciegas? Así que tomó un puñado de reikipeutas voluntarios, les dejó que meditasen y se preparasen, y les hizo pasar las manos a través de una pantalla. Entonces, lanzando una moneda al alto decidía sobre cuál de las manos del chamán pondría la suya. ¿Y adivináis qué ocurría? Nada. Los voluntarios eran incapaces de adivinar dónde tenía Emily puesta su mano, lo mismo que tampoco podían hacerlo los controles reiki-independientes elegidos. Un FAIL! como una casa.
Ahora llega la réplica de siempre: ¡pues a mí me funciona! Sí, hombre, sí: ya sabemos que la Ciencia enmudece ante la experiencia individual de mi primo. Quien aún piense que el tipo que habló en ese programa de radio a medianoche va mejor encaminado que los estudios científicos y el sentido común, haría bien leyéndose esta entrada. Aclarado esto, vayamos a la parte de las publicaciones. Como sabéis, un estudio simplemente busca una asociación estadística entre dos hechos, pero la plausibilidad de esos hechos y su vinculación tendremos que explicarlas de otra manera. Por extensión, cuanto más inviable parezca esa relación, más fuerte tendrá que ser la evidencia; no nos bastará una significación estadística marginal en un pequeño estudio que aparece por ahí, porque si hacemos estudios como quien dispara con metralleta, seguro que algo sacamos.
En fin, veamos qué hay publicado por ahí. Encontramos algunas revisiones3, 4, 5 que dicen que los estudios son pocos y malos, pero que alguno da resultados positivos. Sin embargo, como suele pasar, tiramos del hilo y vemos que esos positivos son de artículos-mojones: el que no emplea enmascaramiento tiene un tamaño muestral de una decena de pacientes, cuando no tiene varios agujeros a la vez. Y basta ojear alguno de esos artículos con resultados positivos para ver algunos hilarantes como este, en el que afirman que el reiki disminuye la valoración subjetiva de dolor… en una forma de una de las escalas usadas (y obviamos que en las demás no hay diferencias). O que disminuye el número de linfocitos de un tipo… pero que también los sube de otro distinto, y otros no varían. O sea: ni si, ni no, ni todo lo contrario. Justo el tipo de pruebas que necesito para creerme algo que no tiene pies ni cabeza.
Resumiendo: si algo anda como un pato, nada como un pato y hace «cuac», ¿de qué animal estamos hablando? Y si algo parece estúpido y los experimentos no refutan su estupidez, ya sabes cómo puedes tirar tu dinero, tu tiempo y tu salud.
Bibliografía:
1: Baginski BJ, Sharamon S. Reiki: energía vital universal. Método holístico de tratamiento para la práctica profesional y hogareña. Buenos Aires: Uriel; 2000.
2: Rosa L, Rosa E, Sarner L, Barrett S. A close look at therapeutic touch. JAMA. 1998 Apr 1;279(13):1005-10.
3: vanderVaart S, Gijsen VM, de Wildt SN, Koren G. A systematic review of the therapeutic effects of Reiki. J Altern Complement Med. 2009 Nov;15(11):1157-69.
4: Astin JA, Harkness E, Ernst E. The efficacy of «distant healing»: a systematic review of randomized trials. Ann Intern Med. 2000 Jun 6;132(11):903-10.
5: Lee MS, Pittler MH, Ernst E. Effects of reiki in clinical practice: a systematic review of randomised clinical trials. Int J Clin Pract. 2008 Jun;62(6):947-54. Epub 2008 Apr 10.
Guía completa para desmontar las mentiras sobre la homeopatía
El otro día hablé unos minutos en RNE1 para explicar en qué consiste la homeopatía y hacer de contrapunto a marchantes varios de cancamusa. Iba preparado para un debate, así que me hice un pequeño resumen para rebatir cualquier tontería que pudiera decir la otra parte. Y me he dado cuenta de que a alguien más podría resultarle útil ese resumen, una especie de «Guía completa para desmontar las mentiras sobre la homeopatía». Helo aquí.
Bases: ¿qué es la homeopatía?
La homeopatía fue descrita por Samuel Hahnemann en el Organon, un libro publicado en 1810. Recordemos que entonces los médicos eran auténticos matasanos, con remedios como las sangrías o las lavativas de mercurio; en este contexto, la homeopatía era igual de inútil que la medicina tradicional, pero al menos no dañaba al paciente. Sin embargo, vemos que Hahnemann hablaba de conceptos tan vagos o erróneos como la «fuerza vital», «miasma» o «psora»: no podemos culparle por ello, pues llegó setenta años antes de los postulados de Koch, los trabajos de Pasteur y el descubrimiento de la Microbiología. Pero basarse hoy en semejantes chorradas es, simplemente, estúpido.
Los remedios homeopáticos no son remedios herbales: eso es la fitoterapia, y las plantas sí que pueden tener sustancias biológicamente activas. La homeopatía, por el contrario, se basa en disoluciones repetidas de plantas, animales o minerales. Es más: según la «ley de los infinitesimales» que Hahnemann se sacó de la manga, una sustancia es tanto más activa cuanto más diluida esté. Hoy sabemos, gracias al número de Avogadro (algo que se explica en todos los institutos de secundaria), que en muchos remedios homeopáticos no queda ni una sola molécula de la sustancia original.
Para defender semejante despropósito, se inventaron la «memoria del agua»: para ello citan un estudio de Benveniste publicado en Nature en 1988, refutado en la misma revista sólo dos meses después (de hecho, ni él mismo fue capaz de repetir los resultados). Entretanto, pasan por alto esa curiosa habilidad del agua para olvidarse de las vejigas y retretes que ha visitado y, lo más gracioso, la capacidad de transferir su memoria a los gránulos de azúcar que constituyen el remedio homeopático.
Últimamente se han reinventado, y mencionan un estudio de Montagnier (¡todo un Nobel!). Publicado en el segundo ejemplar de una revista sin revisión por pares, empleando métodos de medición no validados, ¡y que ni siquiera cumple los principios de la homeopatía! Quien lo cita como apoyo, se está disparando al pie.
Pero lo peor no es eso. Es que los homeópatas también hacen disoluciones de productos insolubles, como el antimonio… que antes pulverizan y mezclan con lactosa, que sí es soluble (¡qué ingenioso!). O, lo más gracioso, consiguen disolver cosas que ni siquiera existen. Un producto estrella, el Oscillococcinum, es un remedio homeopático basado en el oscilococo, una bacteria «descubierta» en 1918 que jamás se ha vuelto a observar. Sin embargo, ellos disuelven algo doscientas veces consecutivas y lo venden: con esta artimaña facturan millones de dólares en Estados Unidos y la Unión Europea.
Por último, en las bases de la homeopatía, junto con la ley de los infinitesimales está la de los similares (similia similibus curantur): aquello que produce unos síntomas, diluido cura y/o previene esos mismos síntomas. Lo cual no tiene ningún sentido: no sólo porque se fijan en los síntomas en vez de la enfermedad de base, sino también porque según semejante tontería, el semen diluido podría ser un anticonceptivo (o incluso un abortivo, si lo diluimos o «potenciamos» mucho).
Utilidad. No tiene base teórica, ¿pero sirve para algo?
No. El efecto que se observa con el uso de remedios homeopáticos se debe a una combinación de:
- Efecto placebo. Este es especialmente relevante en enfermedades cuya valoración es subjetiva (vg. estrés o ansiedad) o de duración autolimitada (vg. gripe*); de hecho, los estudios rigurosos efectuados con homeopatía no han encontrado diferencias de efecto con el placebo. Es más: la homeopatía es absolutamente inútil en infecciones, cáncer, patología quirúrgica o similares.
- Efecto físico de la terapia. Si me aplico una crema, el posible efecto beneficioso se deriva principalmente del masaje y la venda que pongo después, no del principio activo de la crema. Y lo mismo con unas gotas oculares humectantes o un enjuague bucal.
- Psicoterapia. Si el médico de cabecera no puede dedicarnos más de diez minutos, es muy reconfortante que alguien nos escuche durante una hora y se interese por nuestra enfermedad, nuestro modo de vida e incluso nuestros gustos musicales.
¿Y cómo puedo estar tan seguro de que no tienen efecto por sí mismos? Fácil: no tienen fundamento teórico (sodomizan las bases de la Química y la Física: a su lado Einstein es un aprendiz), y no hay pruebas de que funcionen (pero sí de que son indistinguibles de un placebo). Y si a pesar de esto sigo dudando, no tengo más que comprar una caja de Sedatif PC, un remedio para tratar el insomnio que, curiosamente, no produce sueño. Y no lo digo porque me haya tomado una caja entera y no me ocurriese nada: es que en el propio prospecto dice que se puede conducir y manejar maquinaria perfectamente después de tomarlo. Curioso somnífero, ¿no?
Otro agujero de la homeopatía que debería hacerte dudar es que no existe el ajuste de dosis. No es farmacocinética: es sentido común. Si a un bebé le damos un biberón, a un chaval un bocadillo, y yo me como un chuletón, es lógico que también debamos ajustar la dosis de un medicamento. Sin embargo, Boiron afirma sin el menor empacho: cinco gránulos, en cualquier circunstancia.
Situación legal. ¿Por qué se vende? ¡En Europa la cubre la Seguridad Social!
No te confundas: si se venden es porque la gente los pide, no porque funcionen, como reconoció el farmacéutico jefe de las farmacias británicas Boots. Además, en España no hay ningún medicamento homeopático aprobado: no lo dice un abogado, también se queja el propio responsable de la Coalición Europea de Productos Homeopáticos. Si no te lo crees, podrías preguntar a la AGEMED, pero bastará con que busques el número de registro en el envase del producto (¡suerte!). ¿Pero sabes qué es aún mejor? Que, para registrar un medicamento homeopático, ni siquiera hace falta demostrar su eficacia.
Quizás hayas oído también que en España somos unos retrógrados porque se usa «en el resto de Europa». Supongo que eso excluye a Italia, Finlandia, Suecia o Noruega. Y a Suiza, donde la KVG lo cubría hasta que un análisis de eficacia en 2005 reveló que era inútil. O a Alemania, donde se retiró la cobertura pública en 2003. Así que «en Europa» se reduce a «en Reino Unido y Francia». Y eso a pesar de los informes de expertos de ambos países solicitando que las arcas públicas no sufraguen la homeopatía, bien la Academia Nacional de Medicina francesa desde 2004 o bien el Comité de Ciencia y Tecnología del Parlamento británico desde 2010.
Pero entonces, ¿por qué no se retira del sistema público? Sencillo: en Francia, la homeopatía se reembolsa sólo en un 35%, como corresponde a productos de bajo rendimiento médico. Si la retirasen, los pacientes recurrirían a tratamientos con mayor eficacia demostrada… y mayor porcentaje de reembolso.
Pero si no tiene efectos, ¿cuál es el peligro?
El peligro es la mala ciencia. Que haya que emplear esfuerzos para desenmascarar las patrañas de algunos científicos, como los ejemplos de Benveniste y Montagnier. Que haya que emplear dinero y recursos humanos en comprobar obsesivamente algo que ya sabemos: que la homeopatía no funciona ni tiene fundamento teórico. Los pacientes con trastorno obsesivo-compulsivo están incapacitados porque emplean sus horas en asegurarse una y otra vez de que cerraron la puerta de casa: ¿queremos hacer que la Ciencia camine en círculos, como un enfermo psiquiátrico?
El peligro es el derroche de recursos: la homeopatía no cuesta menos dinero que la medicina científica. Un ejemplo: Sedatif PC™, otro de los productos estrella de Boiron, esta vez para el insomnio. El tratamiento cuesta 1,10 €/día, mientras que su homólogo científico, el Dormicum™, cuesta 0,27 €/día, una cuarta parte. ¿Económico, decías?
El peligro es la distracción de tratamientos efectivos, apoyándose en mojones como este artículo de Banerji que afirma haber curado el cáncer con homeopatía. Curiosamente, con más de 1200 casos tratados según ellos, sólo exponen cuatro, y ni siquiera demuestran la curación sino la ausencia de síntomas… Incluso hay quien muere por sustituir un tratamiento eficaz por homeopatía: ¿queremos seguir dando un pábulo de legitimidad a esta engañifa?
De acuerdo, no funciona, ¡pero la medicina científica también tiene agujeros!
¿Te refieres a los efectos secundarios? Sí, qué le vamos a hacer: si un medicamento tiene efectos primarios también es esperable que los tenga secundarios. Por eso, antes de aprobarlos, se estudia el balance riesgo/beneficio, y si en algún momento este no es positivo, se retira del mercado.
¿Te refieres a los medicamentos que no funcionan? Claro, y por eso los criticamos. Se trata de hacer Medicina basada en las pruebas, no en el nombre del laboratorio.
Hablando de laboratorios, ¿te refieres al puterío económico? Bueno, me temo que confundes la Ciencia y la Medicina con su uso mercantil y su explotación comercial. Es como confundir la comida con el tendero que truca el peso. Además, ¿acaso crees que los laboratorios homeopáticos son hermanitas de la caridad? Boiron facturó 526 M€ en 2009. Ese mismo año, Cinfa, el principal productor español de medicamentos genéricos, facturó 183 M€, una tercera parte que Boiron. Y Almirall y Grifols, dos de los mayores laboratorios españoles, facturaron 925 y 913 M€ respectivamente.
Un último apunte.
Espero haberos descubierto cosas que no sabíais. Seguramente me habré dejado unas cuantas: decidlo en los comentarios para que lo corrija lo antes posible.
Ah, y antes de llevar la contraria a este texto, por favor, pásate por esta lista de argumentos que demuestran que la homeopatía funciona: si el que vas a emplear ya está mencionado allí, deja un comentario citándolo («¡el número ocho!»), y ahórranos leer varios párrafos de diarrea mental. Gracias.
* → Un regalito: buceemos en la mala ciencia y veamos qué pasa con la gripe. El titular de esta revisión Cochrane sugiere que puede acortar la duración de la enfermedad; sin embargo, si leemos todo el texto veremos que en cuarenta años sólo hay dos estudios que hayan encontrado ese efecto positivo: seguro que hay más resultados relacionando las cigüeñas con el número de nacimientos… En el único artículo que está accesible, la significación estadística es marginal. ¿Y por qué se fijan en la «curación» a las 48 horas y no las 24 o las 72? Es más, ¿por qué se fijan en un resultado intermedio sacado de la manga, y no en la comparación global de ambas curvas de evolución (log rank), que no encuentra diferencias? En cuanto al segundo estudio, hay que pagar para verlo, pero estamos en las mismas: significación de 0,023…
Estudios científicos: cómo detectar una chapuza
Muchas veces veréis en blogs científicos que uno nombra un estudio, y poco después llega alguien que se pone estupendo: que si no está aleatorizado, que si el tamaño muestral, el ciego… Algo que suena a chino (o a capullo) si quien lo lee no sabe el proceso que hay detrás de la producción científica. ¿Por qué un estudio es más fiable que otro, por qué sus conclusiones son más creíbles? Veamos la diferencia entre himbestigar e Investigar.
Himbestigación.
Quiero ver si un abono es bueno para las plantas. Cojo un árbol, le echo abono, y al cabo de los días lo observo: ah, pues sí que parece que está más lozano. Concluyo que el abono hace que el árbol crezca mejor, y me fumo un puro.
Cosa seria.
Quiero ver si un abono es bueno para las plantas.
- Pero no me puedo fiar de lo que le pase a un único árbol de la finca: lo mismo está a la entrada de la acequia, recibe más agua que el resto y por eso crece mejor… Así que se lo voy a echar a quinientos árboles (tamaño muestral).
- Y, claro, igual este año hace más sol y mejor temperatura, y por eso crecen más hermosos, independientemente del fertilizante. Así que tendré que observar otro grupo de árboles, en las mismas condiciones que los abonados pero sin abono, a ver qué les pasa (grupo control).
- Además, puede que este abono haga que los árboles necesiten más agua, aunque yo aún no lo sé. Y si lo doy en la finca que está en la vega del río es muy útil, pero si lo empleo tierra adentro, seco los árboles. De modo que fertilizaré árboles de distintas fincas (representatividad de la muestra).
- También puede que, por casualidad (o porque soy el fabricante), abone sólo las fincas mejor regadas: ¡normal que luego los árboles crezcan más saludables! ¿No será mejor echar a suertes qué pedazos abono y cuáles no? (aleatorización) Y para asegurar que las diferencias se deben sólo a eso, los árboles tendrán que ser lo más parecidos posible entre sí. Eso también lo consigo asignando al azar (siempre que tenga suficientes elementos, claro).
- Y, después de discurrir todo esto, yo me pregunto: ¿qué es lo que realmente me importa, que crezcan más lozanos, o que den más peras y más gordas? Hombre, si miro el verdor de los árboles sabré el resultado sin tener que esperar a cosechar… pero lo que a mí me parece frondoso, a otro puede que no. Vale, es más rápido observar la finca y ver su aspecto, que contar las peras que da cada uno y medir su calibre. Pero es que, realmente, la frondosidad o los brotes me la traen bastante floja. Yo quiero saber si usar el abono se traduce en mejores frutos (solidez de las variables de resultado).
- Por otra parte, es verdad que medir las peras es más objetivo que la apariencia del árbol, pero lo mismo voy con el prejuicio de Es que esta finca nunca ha dado buen fruto o Este abono no puede ser bueno y, sin querer, altero los resultados. ¡No digo hacer trampa, ojo! Digo medir las peras más gordas inconscientemente, o coger las del árbol más flojo. Así que será mejor si la persona que mide los resultados no sabe qué fincas están abonadas o no: así nos aseguramos de que es completamente objetivo (enmascaramiento: simple, doble o triple ciego).
- Perfecto. Me he devanado los sesos para planificarlo, he abonado, he recogido todo, y tengo aquí un montón de libretas con datos. ¿¿Qué coño hago con ellos?? Estadística. Procesarlos matemáticamente para que me respondan una pregunta: ¿hay diferencias entre los árboles tratados y los que no? Y, si las hay, ¿esas diferencias pueden ser casuales, o son demasiado grandes como para ser pura coincidencia? (significación estadística). Imagínate que lanzo una moneda al aire: yo espero que la mitad salgan caras, y la mitad cruces. Si la lanzo treinta veces, es posible que en diecisiete salga cara. Pero ni de coña deberían salir treinta caras: si ocurre, ¡es que la moneda tiene truco!
Ampliando un poco: estudios médicos.
Esto que parece tan sencillo es algo que se pasan por el forro en estudios que luego los periodistas corren a publicar con titulares sensacionalistas, por eso me pareció útil explicarlo brevemente. Y, dejándome de peras y manzanas, veamos a qué me refiero concretamente en el ámbito de la investigación médica.
- Tamaño muestral. Es crucial hacer un estudio con el mayor número posible de personas, así nos aseguramos de que nuestras conclusiones serán sólidas (una gaviota no hace verano, y esas cosas). Así pues, sabemos que la simvastatina sirve para bajar el colesterol y reducir la mortalidad gracias a un estudio con más de cuatro mil participantes. Y un ensayo con más de quince mil pacientes nos dijo que añadir el caro clopidogrel a la aspirina no aporta ninguna ventaja.
- Grupo control. Es que si no hay grupo control, ¡no puedo calcular ninguna diferencia! Tengo que comparar mi fármaco con una sustancia biológicamente inactiva (placebo) o, mejor, con otro fármaco que ya haya demostrado su eficacia. Si no, no tengo forma de justificar que las variaciones que aparecen se deben a mi intervención: puede ser desde un efecto Hawthorne hasta una pura chiripa, pero en cualquier caso, mis resultados sirven para bastante poco.
- Representatividad de la muestra, estudios multicéntricos. Quiero saber si mi medicamento será útil cuando se lo dé a pacientes con artrosis en general, no si se lo doy a mujeres menopáusicas de 55 a 65 años sin osteoporosis y que no hayan tomado antiinflamatorios en el último mes. Cuantas más condiciones ponga, más boletos tengo para que el estudio no sea extrapolable. Y un estudio que no es aplicable a la práctica clínica, es una perfecta pérdida de tiempo y dinero.
Obviamente, esto también tiene un contrapartida: ¿y si resulta que el medicamento sólo es útil en mujeres? Para eso está el análisis multivariante; cuando procesemos los resultados veremos que estos varían en función del sexo (o de la edad, o…) y dejaremos una sugerencia a otros investigadores: ¡eh, centraos en este subgrupo! - Aleatorización. Si asigno al azar quién recibe el fármaco y quién el placebo, al final tendré dos grupos iguales entre sí. Pero si en el hospital A damos el fármaco y en el B dan el placebo, ¿las diferencias se deben al medicamento, a que el A tiene pacientes más enfermos, o a que en el B se les añaden otros tratamientos?
- Solidez de las variables de resultado. Todos sabemos que tener alto el azúcar es malo. Pero también sabemos que morirse es aún peor. Por consiguiente, a mí me da igual que un medicamento baje la glucosa: ¡lo que quiero es no morirme por la diabetes! No vaya a ser que el medicamento me baje el azúcar… pero me cause un infarto.
- Enmascaramiento: simple, doble o triple ciego. Del mismo modo que a los catadores no se les dice qué están probando, en un ensayo no se debe decir si te estoy dando el antiguo y poco eficaz tratamiento, o la chachipastilla que te va a poner bueno en tres días. Entre otras cosas, porque quizás la pastilla no sea tan chachi… pero tú te lo creas y le digas al médico que, huy, ya estás mucho mejor de los temblores. Así que podemos «cegar» al paciente (simple ciego), al paciente y al médico que lo evalúa (doble), o al paciente, al médico, y al matemático que procesa los datos (triple ciego). Así nadie puede tener la tentación de inclinar los resultados.
- Significación estadística. Significación clínica. Que algo sea «estadísticamente significativo» significa que, si realmente no hubiese diferencias entre las opciones ensayadas, sería la hostia de raro encontrar las diferencias de mi estudio, u otras aún mayores. Digamos que la significación estadística (que se otorga a partir del 5%, un valor elegido por convenio) es como un sello que avala mis resultados: señores, aquí hay una diferencia, y casi seguro que no es por casualidad.
Pero precaución: significación estadística no implica relevancia clínica. Puede que un antibiótico cure la infección en 8,3 días y otro lo haga en 8,2. A eso le puedes poner las cintas que quieras, pero ya me dirás si vale la pena dar un medicamento nuevo y más caro a cambio de 0,1 días de ingreso menos.
En fin, damas y caballeros, esto es todo (¡como si fuese poco, menuda chapa nos ha soltado el cabrón!). He simplificado con la esperanza de que se entienda mejor: si no ha sido así, debajo de esta línea tenéis los comentarios.
La mentira de la Luna (otro cómic de Darryl Cunningham)
Después del cómic sobre la homeopatía, Darryl Cunningham ha publicado uno sobre la conspiración lunar. Y, al igual que con el anterior, sería una pena que alguien se lo perdiese por no saber inglés. Así que aquí tenéis la traducción: una vez más, gracias a Emtochka por su inestimable ayuda y correcciones, y una mención especial a Eugenio, autor del libro «La conspiración lunar, ¡vaya timo!» y del blog Ciencia en el XXI, a quien va dedicada esta traducción.
El vuelo espacial Apolo 11 aterrizó con los primeros humanos en la Luna el 20 de julio de 1969. La misión, llevada a cabo por los Estados Unidos, se considera un logro mayúsculo en la exploración humana del espacio. Y una victoria en la carrera espacial con la Unión Soviética. Sin embargo, en las décadas siguientes ha aparecido una ruidosa minoría que afirma que los aterrizajes en la Luna nunca ocurrieron.
Dogma y ciencia son antónimos
No enseñamos ciencia desde la experiencia. La enseñamos desde un libro, justo como la religión. No me extraña que estemos perdiendo.
Gran frase que vi en Microsiervos, y de la que me he acordado a raíz de esta entrada de Shora, con perlas como:
Se enseñan los conocimientos de medicina que se obtienen de la ciencia, sin explicar cómo se han obtenido de ella. […] ¿Qué diferencia habrá cuando al médico en formación o ya formado le coman la oreja? Ninguna, el sistema de enseñanza es exactamente idéntico. Una enseñanza extensa de hechos sin ninguna visión crítica de dónde vienen. ¿Cómo no va a haber gente que no sea capaz de encontrar diferencias, que no sean capaces de ver que el origen del conocimiento científico es sólido por un lado y el homeopático tambaleante por otro, aún entre los médicos? Toda ciencia no convenientemente explicada se percibe como magia. Y cuando se ha visionado la ciencia como magia durante mucho tiempo, es muy difícil que esa persona se dé cuenta cuando alguien viene a contarle el magia potagia.
Porque, esa es otra: ya lo dijo Arthur C. Clarke:
Cualquier tecnología suficientemente avanzada es indistinguible de la magia
Sustitúyase «suficientemente avanzada» por «insuficientemente comprendida», y la frase es igual de válida.
Después de las pulseritas… ¡los chalecos! Fir-Tex y falacias
La imaginación de los charlatanes no conoce fronteras. Después de las pulseritas Power Balance y similares engendros, ahora llegan los chalecos energéticos Fir-Tex. Se presentan con un comunicado de prensa en el que anuncian la firma de un acuerdo con Red-Bull (cada uno tira su dinero como quiere), y que hace afirmaciones del calibre de «Protege de las radiaciones electromagnéticas estresantes, aumenta la energía, fuerza y resistencia» o «mejoran la (micro)circulación, así como el equilibrio , la concentración y el bienestar». Y esta frase me ha puesto palote: «Las afirmaciones de FIR-TEX están basadas en hechos científicamente probados». ¡Aquí hay tema, señores!
¿Por qué todo esto es un embuste? Sus «pruebas» científicas.
No lo es porque cada chaleco valga 300€ ni porque en su web se hagan la picha un lío al atribuirse propiedades curativas (ver siguiente punto). Lo es porque no se apoyan en principio científico alguno. Mejor dicho: sí lo hacen, pero mal y al revés.
En su propia web tienen un dossier explicando «los hechos científicos y la literatura». Dicen que sus tejidos emiten rayos infrarrojos, y que esto tiene un efecto beneficioso. Yo añado: claro, dan calorcito. De hecho, los infrarrojos ya se usan en rehabilitación (con limitada efectividad). Y, como cualquier estudiante de secundaria sabe, todos los cuerpos emiten infrarrojos en función de su temperatura. Hasta aquí, de acuerdo.
Lo lógico entonces es que, si me pongo su camiseta, cuando ésta se haya calentado a la temperatura de mi cuerpo, emita los mismos infrarrojos que mi tripa al descubierto. Idénticos. Sin otra fuente de energía distinta de mi calor corporal, no hay más radiación que esa. Pero ellos dicen que no, que tiene unos óxidos metálicos supermegaguais, y que emite «rayos de la vida» (literal).
Después de esto siguen desbarrando: afirman que los infrarrojos ya se usan y que molan cantidubi. Cuelan alguna falacia, diciendo que sus infrarrojos son distintos de los de una botella caliente, del mismo modo que el calor del sol no es igual que el del vapor: ¡normal! ¡Como que uno se transmite por radiación y otro por conducción! Citan un artículo de 1977 que dice que el color de la luz fluorescente afecta a la secreción de hormonas de estrés. Yo añado: el ruido también, ¡pero es que no estamos hablando de eso! A ellos no sólo les da igual: además cuelan una morcilla, diciendo que fueron prohibidas en los hospitales alemanes. Sin embargo, no he conseguido encontrar ninguna referencia a tal prohibición o ley, sólo repeticiones calcadas de la misma frase. Si alguien me consigue la DIN 5035-3:2006-07, podríamos salir de dudas.
El resto del dossier sigue diciendo chorradas parecidas: que los infrarrojos se usan en Medicina (ya lo sabemos), que su tejido usa una versión «de muy alta tecnología» de los infrarrojos (fíjate, como si hubiese ondas de primera y segunda categoría) y que ellos emplean una fórmula secreta (¡coño, como la CocaCola!) en su tejido para que funcione como un espejo reactivo. Que digo yo, que según las leyes de la termodinámica, si no enchufo la camiseta a ningún lado, lo máximo que hará será mantener el calor de mi cuerpo…
Lo dicho: otro timo como el de las pulseras, pero este con siete páginas de gráficas a todo color y literatura en inglés. Pero la conclusión es muy sencilla:
Las prendas Fir-Tex son muy calentitas. Nada más.
Nada de aumentos de equilibrio, bienestar ni feroces erecciones nocturnas.
Ojo al parche: ¿cómo se defienden?
Cuando me he enterado de esto, he ido a su web, a beber de la fuente. Pero para entrar antes tienes que aceptar una lisérgica exención de responsabilidad (las negritas y las anotaciones son regalo de la casa):
FIR-TEX is special, FIR-TEX is not just a simple fabric on the market, FIR-TEX is UNIQUE and this leads many people (ellos incluidos, obviamente) to sometimes exaggerate the potential benefits FIR-TEX can have on subjects and make unfounded or false claims which FIR-TEX categorically rejects (claro, como en el comunicado de prensa…).
[…] you must first acknowledge that FIR-TEX has not been designed for and does not make any claims whatsoever to be any kind of medical cure. Because it isn’t! […] since there is no scientific evidence (¿pero no decía el comunicado que las tenían?), if you have any doubt about any potential side effect on you originated from the use of our products, because there can always be, you should refrain from using them and/or consult a physician (doctor) for medical advice first. […] All our performance claims are based on 3rd party (double cross and blind) tests results (¡me encantará verlos!) conducted by and on subjects who have or had no relation whatsoever with FIR-TEX such as the NOC-NSF for example. […]
Lo resumo: si aquí te hablamos de unicornios rosas y elefantes voladores, son todo invenciones nuestras (para las cuales tenemos pruebas, no obstante). Pero para los pagos, no aceptamos dinero del Monopoly. Por lo menos tienes treinta días para devolverlo…
Un punto gracioso: dicen que no son ningún tipo de remedio médico. Y, no obstante, en su web tienen una sección llamada «Pacientes» que afirma que puede ser usado para «reducir la fatiga, dolor crónico, optimización de la curación de heridas o postoperatorio», entre otras virguerías. Vamos, el mejor invento desde la penicilina, y más versátil que una navaja suiza. Además, dicen que también funciona en animales (¿para evitar que sus efectos sean tachados de placebo, quizás?). Me están empezando a caer bien estos chicos.
Symphony of Science
Mientras preparo la próxima entrada, y para disculparme por esta semana de ausencia involuntaria (ya no puedo quitarle más horas al sueño), os regalo esta joya que conocí gracias a Emtochka. Es un vídeo perteneciente al proyecto The Symphony of Science, una forma de divulgar Ciencia y Filosofía citando a grandes figuras (Sagan, Feynman, Hawking…), haciéndoles «cantar» sobre una base electrónica producida por John Boswell. Decidme si el resultado no es sorprendente.
The cosmos is also within us: we’re made of star stuff.
The beauty of living things is not the atoms that go into it, but the way those atoms are put together.
Después de ver esto, ¿alguien cree aún que la Ciencia es fría e inhumana? ¿Alguien opina que no hay emoción en preguntarse y estudiar los cómos y los porqués? Por cierto, hablando de esto: muy recomendable el libro de Sagan The Demon-Haunted World: Science as a Candle in the Dark.
Índice de impacto: un regalito
Para los que no estéis familiarizados con el tema de la documentación científica, lo explico brevemente: ¿cómo puedo valorar si una publicación es «importante» o no? ¿Qué artículo será más leído: uno en el British Medical Journal u otro en Circulation? Y, extrapolando un poco, ¿qué revista traerá artículos más relevantes? Para estimar todo esto se emplea el índice de impacto, un parámetro calculado anualmente por el ISI (uno de los múltiples brazos del grupo Thomson) y publicado en el Journal Citation Report (JCR).
El tema es que siempre que había querido averiguar el impacto de una publicación me había topado con que el susodicho JCR era de pago, y su acceso a través de la FECYT requiere una suscripción institucional que, obviamente, yo no tengo.
Sin embargo, y aquí llega el regalo, el otro día descubrí que la FECYT proporciona los listados con los índices de impacto de todas las publicaciones de ciencias, para que cualquiera se los pueda descargar y consultar tranquilamente. Que lo disfrutéis.