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Dial de modos
Esta entrada va para todos esos orgullosos propietarios de cámaras réflex o bridge que, no obstante, no acaban de entender todas las letras que salen en su dial de modos (también conocido como «ruedita de seleccionar»). Aunque hay pequeñas diferencias entre marcas y modelos, esencialmente son todos los mismos, así que echemos un vistazo al de mi joyita:
El «dial de modos» recibe ese nombre porque permite ajustar entre los distintos modos de escena: cada una de esas letras o iconos se refiere a un conjunto de preajustes de la cámara para distintas circunstancias. Se pueden dividir en tres grupos:
- Automáticos predefinidos: fotografía nocturna, deportes-acción, macro, paisajes, retratos.
- Completamente automáticos: auto, auto sin flash.
- Manuales o semiautomáticos: Manual, prioridad de Apertura, prioridad de disparador (Shutter), automático Programado.
Antes de explicarlos con más detalle, resumo lo interesante: el auto sin flash es el más cómodo y seguro de todos, especialmente cuando hay prisa y no podemos fallar esa foto. En su lugar emplearemos el auto sólo cuando el flash sea indispensable por la poca iluminación. Cuando vayamos con calma y queramos hacer buenas fotos, lo suyo es disparar en Manual. Y si queremos seguir controlando características de la imagen, pero no podemos estar todo el rato ajustando velocidad y apertura, usaremos el Programado.
Dicho esto, veamos con algo más de detenimento en qué consisten esos modos:
- Automáticos predefinidos: consulta en el manual de tu cámara los ajustes concretos, pero en general tienden a hacer lo siguiente:
- Fotografía nocturna: lenta velocidad de obturación (probablemente necesites un trípode o similar para que no te salga movida).
- Deportes-acción: velocidad de obturación rápida para congelar la acción, que compensará con una mayor apertura (esto puede resultar en una foto con el motivo desenfocado). También activa el enfoque con seguimiento, si tu cámara lo tiene.
- Macro: enfoca al punto central y da poca profundidad de campo para conseguir el efecto de fondo difuminado.
Pero atención: seleccionar el modo macro no implica que vayas a hacer una foto macro. Para esto necesitarás un objetivo específico que forme una imagen de al menos el mismo tamaño que el objeto real (aunque se habla de macrofotografía hasta una relación de aumento de 10:1), al contrario que lo que sucede con las lentes normales, que reducen el objeto fotografiado (vg. una persona) al tamaño del sensor (una pulgada escasa). - Retrato: satura hacia colores cálidos y da poca profundidad de campo, persiguiendo ese efecto difuminado del que hablábamos.
- Paisaje: satura hacia verdes y azules y no emplea el flash. En principio tiende a priorizar profundidad de campo frente a tiempo de exposición.
- Auto: todo lo decide la cámara, desde el modo y los puntos de enfoque, hasta la apertura del diafragma o el uso del flash.
- Auto sin flash: lo mismo que el anterior, pero sin ese flash que te puede echar a perder una buena imagen.
- Manuales o semiautomáticos: estos son iguales para todas las cámaras.
- Manual: todo manual. Requiere por ello, además del conocimiento técnico, una atención especial para acordarse de reconfigurar la cámara cuando cambia el escenario: no es lo mismo disparar en el interior de una iglesia que en un día encapotado.
- Apertura: fijamos todo excepto la velocidad de obturación, que la cámara calculará en función de la apertura que le digamos (por eso es de «prioridad de apertura») y lo que el exposímetro le dicte. Así pues, no olvides comprobar qué modo de medición de exposición tienes seleccionado (punto central, ponderado…).
- Shutter (obturador): fijamos todo excepto la apertura: la cámara la seleccionará en función de la velocidad que le fijemos (prioridad de shutter) y la información de exposición.
- Programado: nosotros fijamos todo excepto apertura y velocidad. Es el más «automático» de estos modos, pues la cámara se ocupa de que la foto salga correctamente expuesta. La desventaja es que confiamos en el fotómetro y nos quedamos sin «recursos artísticos»; no obstante, algunas cámaras permiten elegir dentro de una serie de combinaciones de apertura y velocidad que proporcionan la misma exposición.
Coño, qué ladrillo me ha quedado… Por lo menos espero que a alguno de vosotros le haya servido de algo: con eso me daré por satisfecho.
Ruido (e iluminación)
Esta es una de esas cosas de las que no te percatas hasta que la cagas, como lo de los reflejos. Érase una vez un tierno incauto con su flamante trípode y su modesta cámara que se fue a sacar una foto nocturna, de las que quedan gonitas. Pero nuestro protagonista era todo un novatazo en estas lides, así que cuando volvió a casa y examinó las fotos que acababa de tomar, no pudo contener una expresión de sorpresa: «Oh, ¡diantres!», exclamó. ¿Qué era lo que había enojado a nuestro héroe?
Al mirar la foto más de cerca, como la tenéis vosotros ahora, vio que el cielo no era azul. Bueno, sí, pero de muchos colores distintos: unos cuadraditos más claros, otros más oscuros, como si la foto estuviera… grumosa. De hecho, en fotografía química (la de los carretes y el revelado, ¿os acordáis?), a eso se le llama «grano».
¿Por qué aparece? Resumidamente: porque el sensor no tiene suficiente información, así que se la inventa. Un ingeniero diría que, como está a oscuras y le llega poca luz, la señal es muy baja y tiene que amplificarla, aumentando con ello la cantidad de información indeseada, de ruido. Prefiero poner un ejemplo: imagínate que estás escuchando la radio. Los locutores hablan alto y claro, y tú los escuchas perfectamente. Sí, hay un pequeño zumbido y unos chasquidos de fondo, pero es inaudible: queda oculto por las voces y la música. Ahora resulta que el locutor empieza a hablar bajito, así que tienes que subir y subir el volumen para conseguir oírle. Sin embargo… el zumbido imperceptible ahora está casi tan alto como la voz, y te molesta al escucharlo; ¡mierda de radio!
Vale, pues ese es el concepto. Ahora vamos al campo de la fotografía: en un día claro y soleado (y de espaldas al sol), cualquier foto sale bien. Lo jodido viene cuando estamos dentro de un edificio, y no queremos que la foto nos salga oscura porque hay poca luz que pueda entrar y dar información al sensor. Así que tenemos tres opciones:
- Abrir más el diafragma, pero esto no suele dar mucho de sí…
- Aumentar el tiempo de exposición, haciendo que el obturador esté abierto y el sensor capte información durante más rato. Sin embargo, cuanto más tiempo esté expuesto el sensor, más cartas tenemos de que nos demuestre que seríamos unos malos ladrones de panderetas. Con tiempos más lentos que 1/30 de segundo, y eso no es nada si hay poca luz, tenemos muchas cartas de que la foto salga movida. Así que no sirve. Tercera opción:
- Aumentar la sensibilidad. Electrónicamente, lo que se hace es aumentar la ganancia, el voltaje de cada celda del sensor. O sea, decirle a la cámara: «invéntate los colores, y cuando veas algo tirando a rojo, dime que es muy rojo». La sensibilidad se mide en función del número ISO, que puede tomar valores entre 100 y 800 para cámaras compactas, pudiendo alcanzar los 6400 en el caso de algunas réflex.
La ventaja de subir la sensibilidad es que nos da un margen de acción mucho más amplio, permitiéndonos trabajar en condiciones de menor luminosidad (o juguetear con los demás parámetros). Pero nada es gratuito, y el precio a pagar en este caso es el ruido, que puede echarnos a perder una buena fotografía. Atentos:
Mantén el ratón encima para cambiar de ISO 200 a ISO 3200 (cuatro pasos). ¡Gracias por el consejo, Iñaki! |
Para terminar esta entrada, ¿qué factores pueden aumentar el ruido en una fotografía digital? Además de la sensibilidad, también la temperatura o el tiempo de exposición darán más ruido en la imagen final. Y otro que se suele pasar por alto a la hora de comprar una cámara, como es el tamaño del sensor: a igualdad de megapíxeles, cuanto más grande es el sensor, tanto más «pura» es la señal que proporciona y, por lo tanto, menor ruido. Una Nikon D3 con un sensor full frame tiene un CCD de 36×23,9 mm y 12 Mpx, mientras que una D90 monta uno de 23,6×15,8 mm. Y si nos vamos al segmento de las compactas, esta Coolpix se va hasta los 6,2×4,6 mm para la misma resolución. Huelga decir cuál meterá menos ruido… y cuál podremos llevar en el bolsillo.
Balance de blancos (o cómo algo puede ser naranja y azul)
¿Alguna vez os habéis preguntado cómo es posible que en esa foto se os vea con tan mala cara, de un azulón que tira para atrás? O lo contrario: que esa fachada de piedra parezca salida del infierno, tan roja ella. La explicación es muy sencilla: el balance de blancos (o temperatura del color) está mal ajustado.
Os habréis dado cuenta de que no todas las fuentes de luz son iguales: el color de una vela no es el mismo que el de un fluorescente, y el de un día soleado no es el mismo que el de uno lluvioso. Cada uno de ellos tiene un tono diferente, que podríamos resumir en la dominancia de unas componentes de color sobre otras (más rojo o más azul): por eso el blanco no se ve igual con cada una de esas iluminaciones. Asimismo, que me corrijan los físicos, pero tengo entendido que un cuerpo emite radiación de distinto color en función de su temperatura, como ocurre con las estrellas: de ahí que al balance de blancos también se le denomine temperatura de color (expresada en Kelvin).
Así pues, el color de una escena o un objeto va a depender de la iluminación que tenga, y que deberemos corregir si pretendemos reflejar la realidad. Es decir, le tenemos que indicar a la cámara qué tipo de luz hay, para que ella equilibre los colores y muestre blanco lo que es blanco, y rojo lo que es rojo. El problema surge porque la cámara generalmente trabaja en AUTO y ella sola estima el balance de blancos; generalmente suele acertar, pero cuando falla, puede ser desastroso. Un ejemplo: en esta foto del Blogs&Ciencia de la semana pasada, disparada con flash. A la derecha, la cámara empleó un balance de blancos correspondiente a la luz de flash (casi blanco neutro). Sin embargo, por cómo se hizo la foto (con un tiempo de exposición largo), se captó la luz de fondo, que era tipo tungsteno (más rojiza, más «cálida»). ¿El resultado? La cámara pensó que los colores tenían que ser más fríos de lo que realmente eran:
Vale, bien. Pero os he dicho el problema, no la solución. ¿Cómo podemos arreglar este desaguisado? Tenemos dos opciones: una fácil y bastante eficaz, y otra más complicada pero infalible. La fácil es cambiar el balance de blancos a uno de los prefijados en la cámara, que generalmente incluyen día soleado, nublado, interior, luz fluorescente y tungsteno: ¿disparamos y vemos que los colores no nos convencen? Prestamos atención a la luz que hay, y se lo decimos a la cámara. La otra posibilidad, que está restringida a usuarios de cámaras réflex y compactas de gama alta, es más complicada, pero a la larga sale mucho más rentable: consiste en grabar las fotos en formato RAW, archivos en bruto. Así no sólo obtendremos fotos, archivos en JPG, sino también un «negativo digital» que, aunque requerirá un procesamiento posterior, ofrece la ventaja de poder corregir a posteriori muchos parámetros, transformando una foto descartable, como era la de antes, en otra mucho más atinada.
Espero haberme explicado lo suficientemente bien y que estos consejos os sirvan para salvar alguna foto que, de otra forma, hubiera ido directa a la papelera.
De fotos y cagadas
Últimamente me estoy conviertiendo en un talibán fotográfico. Una cosa es que a uno le salgan las fotos mal (a mí el primero) y otra es que las hagas mal; lo primero tiene disculpa, lo segundo, ni de coña. Así que, para evitar que seáis objeto de envenenadas miradas mías si algún día nos encontramos por ahí, os comento:
- Lo que lleva tu móvil puede ser muchas cosas, pero no una cámara de fotos. Porque esos borrones que saca a cuatro megapíxeles no merecen llamarse fotografías. Puede que sirva para salir de un aprieto (yo qué sé, si se estrella tu avión y es lo único que tienes a mano para inmortalizarlo), pero nada más.
- Tu cámara compacta tiene un flash compacto que no llega más allá de cuatro palmos, así que si quieres sacar una foto de tu novia posando ante la Puerta de Alcalá, mejor hazlo de día. Y, obviamente, tu flash no sirve para paisajes o una catedral.
- Te puliste mil euros en esa réflex en vez de trescientos en una buena compacta porque te gusta la fotografía, supongo. Entonces dime qué cojones haces disparando a los fuegos artificiales en modo automático*. Te preguntarás cómo sé que estás tirando en Auto; muy fácil: nadie con dos dedos de frente usaría el flash para unos fuegos artificiales (léase punto anterior).
- El zoom digital sólo tiene de zoom el nombre. La foto que consigas va a tener la misma calidad que si la agrandases con el ordenador: un zurullo. Con una diferencia: si usas el zoom digital, la foto ya está echada a perder desde el momento cero, mientras que si sólo usas el óptico, tendrás tiempo de cargártela después.
- Si quieres que en tu tarjeta de memoria quepan muchas fotos, lo correcto es comprar una tarjeta más grande, no reducir la resolución a 640×480. Aplícate lo del punto anterior: si la imagen es grande, ya tendrás tiempo de recortarla. Pero si es pequeña, no hay nada que hacer.
Dicho queda. Ahora, el que haga una de estas pifias no tendrá excusa para librarse de que le masajee la nuca. Quien tenga algo que añadir, que hable ahora o calle hasta la próxima entrada.
* → Cierto, no siempre hay tiempo de andar ajustando la cámara, y el modo automático te permite disparar cuando sólo tienes una oportunidad. Pero entonces, por favor, ¿serías tan amable de seleccionar el modo «Auto sin flash»? Sí, ese que está justo al lado.
La luz que no se ve
Cuando uno toma una fotografía, generalmente se fija en lo que tiene delante. Si hablamos de la luz, uno suele intentar que sea lo más homogénea y potente posible (poniéndose con el sol de espaldas y/o usando el flash, si fuese necesario y sin abusar). Ajustas los parámetros de la cámara en función de lo que te dice el exposímetro, para no quemar la foto ni dejarla subexpuesta (más negra que el sobaco de Barragán). Apuntas, disparas y revisas la foto en la pantalla. Y entonces, si tienes suerte, te das cuenta de que te habías puesto justo debajo de un foco halógeno. Y aprendes que el parasol también se puede usar dentro de una iglesia.
Un ejemplo:
¿Qué había ocurrido? Al situarme debajo del halógeno, la luz de éste incidía oblicuamente sobre la lente, «iluminando» el cristal (el color verde es por el tratamiento antirreflectante que lleva), que es lo que vemos en la fotografía. Esto puede pasar fácilmente desapercibido cuando no se le presta atención: tuve buen cuidado de no retratar ningún foco, porque uno de esos puede quemarte la imagen, pero no caí en la cuenta de que su luz puede reflejarse en el cristal y darme un regalito así.
Como curiosidad, días después me ocurrió algo parecido; esa vez la luz impactó con el filtro (que no lleva tratamiento antirreflectante verdoso), en vez de con la lente del objetivo. Menos mal que ahora ya me lo sabía, y pude repetir la foto en condiciones. He aquí el resultado:
Conclusión: como me dijo una vez un amigo, «Cortando cojones aprendí a capar».
Me gusta la noche
Dicen que la gente que vivimos de noche morimos antes. Y qué, si puedes ver cosas como esta:
Recién sacada de la cámara de fotos, sólo la he modificado para reducirle el tamaño y añadir la marca.
Ojos
Reconozco que el mérito de esta foto no es del fotógrafo sino del modelo (o, mejor dicho, de sus genes). Pero, eh, ¿a que no queda mal?
Cámara: Nikon D90
Ajustes: distancia focal 105 mm, f/5,6, 1/500 seg, ISO 1000. Iluminación natural (luz solar).
Postprocesado (desaturación fondo) con Adobe Photoshop CS2.
Mi pepino
Tenía que contároslo. Esto es como lo de tirarse a Elsa Pataky, que hasta que no lo sabe alguien más, no lo disfrutas. Bueno, miento: cuando he apretado el botón y aquello ha empezado a hacer catracatracatracatrac casi me corro de gusto. Señoras y señores, he aquí las dos últimas fotos que hago con mi vieja cámara:
Comprada en Redcoon por 200€ menos de lo que costaba en mi ciudad (no me preguntéis cuánto he pagado, que aún me duele), en dos días ha llegado a mi casa esta joyita. El único problema es que el manual venía en danés, pero Google siempre está ahí para echar una mano, y los instrumentos cada vez se fabrican más a prueba de tontos. De todos modos, por si ya tenía pocas cosas de las que ocuparme, ahora le añado el juguetito: en cuanto salga un día soleado me voy al aeropuerto a pegarme una jartá… Así que no se preocupen ustedes si aparezco menos (aún) por aquí.
Acabo de mirar en Pixmania (donde la iba a comprar en un principio), y la cámara ha subido otros 50€ para ponerse 100€ más cara que el viernes pasado. En Redcoon lo ha hecho 50€ sobre lo que yo he pagado. ¡Lo mío es puntería, y lo demás, chorradas!