Entradas de archivo para la etiqueta ‘orina’ tag
¿Sabías por qué… la orina huele raro tras comer espárragos?
Ah, el cuarto de baño, ¡qué gran fuente de inspiración! La última, el otro día después de comerme una menestra: al ir a mear, allí estaba ese típico olor que siempre sale cuando has comido espárragos. ¿Siempre?
Este tema ha protagonizado incluso publicaciones en Science; según parece, sólo les pasa a una de cada dos personas: la producción de sustancias aromáticas tras comer espárragos es un carácter genético dominante, presente en un 50% de la población. De hecho, la capacidad de percibir ese olor también viene determinada por un polimorfismo genético; o sea, ni todas las orinas huelen, ni todos podemos olerlo.
Pero bueno, a lo que iba: si tu eres de aquellos cuya orina denota haber comido el fálico vegetal, que sepas que lo que percibes realmente es una mezcla de compuestos de azufre (con nombres tan lisérgicos como dimetilsulfuro, dimetildisulfuro, bis(metiltio)metano, dimetilsulfóxido o dimetilsulfona), que según parece podrían proceder de dos moléculas presentes en el espárrago: la S-metilmetionina y el ácido asparagúsico.
Otra curiosidad inútil patrocinada por Per Ardua ad Astra: pedante desde 2008.
¿Sabías por qué… a veces hay espuma en la orina?
Esta tarde llegué a casa después de un largo paseo por el monte, y lo primero que hice fue ir al baño para cambiarle el agua al canario; conforme iba descargando la vejiga, la taza del baño se iba llenando de orina… y espuma, cual Mahou recién tirada. Por otra parte, en el retrete no había restos de jabón ni tampoco uso ninguno de estos artilugios para perfumar el inodoro: ¿de dónde salía pues esa espuma?
Sencillo: la formación de espuma en la orina se debe a la presencia de proteínas. En principio esto no es común, ya que la orina es un filtrado producido por el riñón, que cuenta con una membrana con unos poros lo suficientemente pequeños para impedir que la mayoría de las proteínas los atraviesen (con lo que cuesta sintetizarlas, ¡como para perderlas!). Sin embargo, algunas proteínas pequeñas consiguen escaparse: la buena noticia es que hay un mecanismo que se ocupa de repescarlas. La mala es que ese mecanismo de reabsorción trabaja al máximo de su capacidad por defecto. Así que si, por lo que sea, aumenta la cantidad de proteínas filtradas, éstas no pueden devolverse a la sangre y aparecen en la orina.
Y eso es lo que ocurre cuando uno está andando el Camino de Santiago o se sube al Aizkolegi: rompes fibras musculares y liberas mioglobina, que es lo suficientemente pequeña para atravesar la membrana filtradora del riñón y aparecer en la orina, dando espuma. Pero esto no sólo ocurre al andar (la denominada «proteinuria de las marchas»): también hay otras condiciones que liberan esa mioglobina, entre ellas la fiebre o la bipedestación prolongada (en cuyo caso también contribuye la mayor presión hidrostática en los capilares del glomérulo renal).