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Propofol
Queridos lectores, os presento al propofol:
Diprivan, Recofol o Propofol EFG, sus amigos le llaman siempre «propo»: por ahorrar sílabas, más que nada (y por vacilar, también). Y cuando digo «sus amigos», me refiero a cualquiera que alguna vez lo haya empleado para trabajar; creo que es uno de los mejores inventos de la Medicina reciente. En serio: ni Prozac ni hostias, no hay pena ni dolor que media ampolla de propo no pueda arreglar. ¡Y sin receta de estupefacientes, señores!
Pero mejor me explico, no sea que os penséis que uno es un yonco como el Maeso. El propofol es un fármaco hipnótico, empleado profusamente en Anestesia (entiéndase «profusamente» como «a litros por día»), que provoca un profundo y placentero sueño. Así pues, el propofol se emplea tanto en sedación como en la inducción de la anestesia: la única diferencia es la dosis.
Cuando lo usas en sedación, diluyes el propo en una bolsa de suero salino y ajustas el goteo para que pase poco a poco, mientras ves cómo al paciente se le van cerrando los ojos hasta que cae frito. Entonces puede empezar la función: el endoscopista le mete por cualquier orificio una manguera de casi un metro, o el cardiólogo le fríe el pecho con un desfibrilador. Cuando acaba la película, tú cortas la perfusión de propo, y el paciente se despierta. Y da igual las barbaridades que les hayan hecho mientras dormían la mona: hay que ver la cara de felicidad con la que se levantan. Vamos, como una borrachera de las elegantes, pero sin el resacón de la mañana siguiente.
Los hay incluso que se despiertan con tanta felicidad que llegan a palparle el culo a las enfermeras (o al médico que pillen cerca). Porque, esa es otra: un efecto de los hipnóticos es que producen desinhibición. Y claro, mientras los pacientes están dormidos, no molestan: angelicos… Pero cuando están en esa duermevela de la inducción o del despertar, agárrense los machos. Como dije antes, lo más general es que sea como una borrachera: empiezan balbuceando, e igual acaban contándote que de jóvenes corrían en las vaquillas del pueblo. Sin embargo, hay otros que les da por largar. ¿Un ejemplo? Uno reciente: una chica joven que, en la URPA, empieza a contar que el finde pasado estuvo en una despedida de soltera, que había un negrazo tremendísimo, y que se lo acabó beneficiando. Hasta ahí, ni tan mal. El problema es que mientras contaba esto, el novio, fuera, pedía que le dejaran entrar a ver a su chica: ¡la que se iba a casar era ella!
En fin, como pasa siempre, me pongo a contar anécdotas chuscas, y acabo yéndome del tema; imaginaos cómo pueden ser las conversaciones de una cena entre médicos… Estábamos con lo bien que funcionaba el propofol. Una de sus ventajas es su rapidez. No es como un Nolotil, que le cuesta sus buenos veinte minutos empezar a hacer efecto: el propo es instantáneo. Siempre que hablo de esto, pongo el mismo ejemplo: una chiquita de veintipocos años en la camilla. Laura, se llamaba. Entramos a quirófano y vamos a empezar. Tema de conversación: la mala educación entre los jóvenes. «La verdad es que últimamente se ha perdido todo el respeto, la juventud no tiene educación ninguna…» La jeringuilla cargada con una ampolla de propo: pincho en la vía y empiezo a pasarla. «Hombre, no sé -responde Laura- creo que eso depende de la per…». No llegó a terminar la frase. Si eso no es efectivo, que venga Ford y lo vea.
Y claro, esto es tela de práctico. ¿Que el paciente te toca las narices? Propo y a callar. ¿Que se agita y se pone nervioso? Un chute y que la duerma. ¿Que alguien la ha cagado con la anestesia local, y el pobre se va a poner a convulsionar? Lo sedamos y trabajamos tranquilos.
Llegados a estas alturas de la película, ¿alguien duda que el propo sea un gran invento? El paciente se echa a dormir instantáneamente, se despierta en el quinto cielo, y luego no se acuerda de nada. ¡Ah, esa es otra! Casi se me olvida… Claro, sería una gran putada si luego el paciente tuviese unas pesadillas del quince, como pasa con la keta(mina), aunque a algunos parece que no les importe demasiado:
Sin embargo, con el propo, ¡hasta te piden más! No son ni uno ni dos los pacientes a los que he oído: «Oye, si podéis, dormidme con lo de la otra vez, que estuve en la gloria».
Ahora sí: ¿a alguien le queda la menor duda? Bueno, pues después de toda la parte graciosilla, y por si alguien hubiera llegado leyendo hasta aquí, toca hablar de los efectos secundarios. Con el propofol tienes que ajustar muy bien la dosis si no quieres provocar una depresión respiratoria. En otras palabras: como no tengas mucha suerte, el paciente va a respirar peor (más lento, menos volumen). Lo que pasa es que, en quirófano, el objetivo es ese: precisamente consiste en que deje de respirar, porque vamos a intubarle. Pero si estás haciendo una sedación en una habitación de planta, y el paciente deja de respirar, te puedes acojonar un poquito. Menos mal que «al hombre tranquilo, cada huevo le pesa un kilo», y los de un anestesista son de dos trescientos.
En fin, pues creo que esto es todo, señores. Ni Medimecum, ni ficha técnica, ni leches. Quien quiera saber cómo funciona el propofol, que se lea esta perla. ¿Alguna duda?