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Tanto gilipollas y tan pocas balas

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¿Sabías por qué… tenemos una cicatriz en la piel del hombro?

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Algunas personas tenemos una pequeña cicatriz en la cara externa del hombro: es como un hoyuelo, de unos pocos milímetros cuadrados y un color más claro que el resto de la piel. Si tienes más de treinta años (o eres vasco) y nunca te habías fijado, míralo ahora. El hombro izquierdo, generalmente. ¿Te intriga qué será eso y por qué lo tienes?

Es la prueba de que estás vacunado contra la tuberculosis. La tuberculosis es una enfermedad causada generalmente por el Mycobacterium tuberculosis, y la vacuna contiene un primo suyo «atontado», M. bovis BCG, que se inyecta justo debajo de la piel del hombro, formando una pequeña ampolla de líquido. La reacción inmune del organismo, tras fichar al delincuente, le va a soltar una manta de palos: la ampolla se transformará en un bulto duro, que tras unos días hará una costra y se caerá dejando esa pequeña cicatriz.

Un par de apuntes sobre la vacuna: el primero es que no tiene una efectividad tan alta como otras. No es tanto que evite la infección o el contagio, sino las formas graves como la tuberculosis miliar (diseminada) o la meningitis tuberculosa. Y otro dato es que esta vacuna actualmente sólo está incluida en el calendario vacunal del País Vasco: en Cataluña se abandonó en 1974 y, el resto del país lo hizo en 1980. No obstante, en comunidades como Asturias o Navarra se siguió aplicando hasta bastante después, como mi brazo ratifica.

Bibliografía:
Dorronsoro I, Torroba L. Microbiología de la tuberculosis. An Sist Sanit Navar. 2007;30 Suppl 2:67-85.
Pérez-Trallero E. Tuberculosis. España es diferente y el olvido del BCG. An Pediatr (Barc). 2006 Jan;64(1):1-4.
Pereira SM, Dantas OM, Ximenes R, Barreto ML. BCG vaccine against tuberculosis: its protective effect and vaccination policies. Rev Saude Publica. 2007 Sep;41 Suppl 1:59-66

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noviembre 3rd, 2010 a las 12:46 am

Categoría: Medicina

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¿Sabías por qué… hurgar en el oído da tos?

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Todos sabemos que no hay que meter cosas en el oído. Y seguro que todos alguna vez os los habéis limpiado con un bastoncillo de algodón. Puede que, en vuestro afán por quitar hasta el último resto de cera, hayáis seguido hurgando más y más dentro hasta que, de repente, ¡os da un acceso de tos! Tjó, tjó ¿Pero por qué pasa esto, si el oído no es la garganta?

Inervación conducto auditivo externoLa culpa la tiene el décimo par craneal: el nervio vago. Los que llevéis un tiempo por aquí recordaréis que, entre otras muchas cosas, ese nervio del sistema autónomo es el culpable de que vomitemos en determinadas circunstancias. Pues bien, el nervio vago da una rama auricular, que recoge la sensibilidad del interior del conducto auditivo. Y que, junto con otras fibras de la laringe, aportan señales para desencadenar el reflejo de la tos. En otras palabras, si os metéis el dedo en la garganta (al fondo, no tocando a los lados) o si entráis hasta el fondo del oído, estaréis soplando la misma flauta… y sonará la misma nota.

Bibliografía:
Velayos JL. Anatomía de la cabeza con enfoque odontoestomatológico. 3ª ed. Madrid: Editorial Médica Panamericana; 2001.
Silbernagl S, Despopoulos A. Texto y atlas de Fisiología. 5ª ed. Madrid: Elsevier; 2001.

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septiembre 28th, 2010 a las 10:25 pm

¿Sabías por qué… a algunos niños se les pone un parche en el ojo?

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Apuesto chuletón contra hamburguesa a que todos conocéis algún niño al que el médico ha puteado prescrito un parche que, en contra de lo que pretenden los padres para convencerle, no le hace parecer un pirata, sino un candidato a collejas en el recreo. El oculista dijo algo de un «ojo vago», ¿se supone que tapando el ojo currante obligamos al otro a trabajar? Bueno… no exactamente.

Columnas de dominancia ocular en el córtex visualLa razón la tenemos en el desarrollo neurológico de la corteza visual. Durante los primeros seis años de vida (aproximadamente), la corteza cerebral tiene una gran plasticidad: se modela y se crean nuevas conexiones en función de los estímulos recibidos. Así, aparecen las llamadas «columnas de dominancia ocular», que son grupos de neuronas encargados de interpretar la información aportada por los ojos, y que se reparten equitativamente entre uno y otro (dibujo de arriba).

Sin embargo, pongamos que el niño tiene estrabismo. Un ojo se le va para Cuenca y otro para Lugo: cada uno fija un punto distinto, el cerebro se hace la picha un lío y decide descartar una de las dos imágenes. Si el cerebro prescinde de la información de un ojo, eso supone que éste pierde su «trozo de tarta» en la corteza: después de un cierto tiempo no habrá neuronas dedicadas a procesar la imagen de uno de los dos ojos. El niño tendrá un cristalino impecable, un nervio óptico como una autopista… pero no hay quien interprete esa información. Perfectamente tuerto. Por eso se le pone el parche: para asegurarnos de que en el cerebro se forman sinapsis dedicadas a ese ojo y que el día de mañana, cuando hagamos una intervención con intención curativa (por ejemplo, un cortapega con los músculos para centrar la mirada), ésta servirá de algo.

Obviamente, esto que he comentado para el estrabismo es igual de válido para cualquier enfermedad que reduzca la visión de manera diferencial, como por ejemplo una catarata congénita. Para los que os hayáis quedado con ganas de más, este tema está ampliamente explicado en esta entrada de Ocularis: el ojo vago.

Bibliografía:
Haines DE. Principios de Neurociencia. 2ª ed. Madrid: Elsevier; 2003.

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agosto 25th, 2010 a las 3:17 am

Categoría: Medicina

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¿Sabías por qué… la orina huele raro tras comer espárragos?

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Espárragos naturales cocidosAh, el cuarto de baño, ¡qué gran fuente de inspiración! La última, el otro día después de comerme una menestra: al ir a mear, allí estaba ese típico olor que siempre sale cuando has comido espárragos. ¿Siempre?

Este tema ha protagonizado incluso publicaciones en Science; según parece, sólo les pasa a una de cada dos personas: la producción de sustancias aromáticas tras comer espárragos es un carácter genético dominante, presente en un 50% de la población. De hecho, la capacidad de percibir ese olor también viene determinada por un polimorfismo genético; o sea, ni todas las orinas huelen, ni todos podemos olerlo.

Pero bueno, a lo que iba: si tu eres de aquellos cuya orina denota haber comido el fálico vegetal, que sepas que lo que percibes realmente es una mezcla de compuestos de azufre (con nombres tan lisérgicos como dimetilsulfuro, dimetildisulfuro, bis(metiltio)metano, dimetilsulfóxido o dimetilsulfona), que según parece podrían proceder de dos moléculas presentes en el espárrago: la S-metilmetionina y el ácido asparagúsico.

Otra curiosidad inútil patrocinada por Per Ardua ad Astra: pedante desde 2008.

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junio 28th, 2010 a las 1:29 am

Categoría: Medicina

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¿Sabías por qué… las judías (y otras legumbres) dan pedos?

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Vale, el título es escatológico. Pero no negaréis que a vosotros también os ha pasado eso de comer alubias blancas con sus sacramentos y tener luego una tarde movidita. Así que se impone escribir una entrada: ¿por qué algunos alimentos hacen que nos pase como al cerdo del vídeo?

Una como esta llenaba yo con un plato de alubias...La explicación es sencilla: algunas legumbres y verduras (col, cebolla, coliflor…) tienen azúcares complejos como la rafinosa y la estaquiosa, que no son digeribles (hidrolizables) por nuestras enzimas. Y, del mismo modo que sucede con la celulosa, si no se rompe, no se absorbe. Pero con una diferencia: el que nosotros no podamos aprovecharlos no significa que las bacterias de nuestro intestino se queden de brazos cruzados: se alimentan de ellos, fermentándolos y produciendo gases como desecho. Y, aunque parte de ese gas se absorbe, otra parte importante se expulsa en forma de pedos y bufas. Dicho sea de paso, es el mismo mecanismo que explica la flatulencia en personas con intolerancia a la lactosa.

Y un frikidato: sabéis que ese gas tiene un cierto porcentaje de metano. Y el metano es inflamable. Por eso, al hacer colonoscopias, puede formarse una mezcla potencialmente explosiva: no sería la primera vez que alguna tripa ha hecho «¡bang!» al usar el electrocauterio.

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abril 26th, 2010 a las 2:52 am

Categoría: Medicina

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¿Sabías por qué… hay que vomitar la anestesia?

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De entrada, lo aviso: la anestesia no se vomita. Los agentes anestésicos pueden eliminarse por distintas vías: por ejemplo metabolizándolos en el hígado, excretándolos por el riñón o devolviéndolos inalterados en la respiración. Pero entonces, ¿por qué se suele decir que la anestesia «hay que vomitarla»?

Lo que sucede es que el saber popular tiende a establecer curiosas relaciones causales: efectivamente, uno de cada cuatro pacientes vomitan en las horas siguientes a la anestesia general. Además, como tenían el estómago vacío desde muchas horas atrás, el vómito no contenía alimentos sino que era bilioso (recordad lo que ya dijimos): simples jugos gástricos y pancreáticos, con un aspecto verdoso, alarmante para los legos. La conclusión es obvia: si lo que vomita no es comida, y le han anestesiado… ¡lo que hay en la palangana es la anestesia!

La realidad, sin embargo, es diferente. Las náuseas y vómitos postoperatorios se deben, entre otras muchas razones, a un efecto secundario de los fármacos empleados como analgésicos o hipnóticos. En concreto, los opiáceos que nos quitan el dolor o los halogenados que inhalamos para mantenernos dormidos son los principales acusados… pero no los únicos: ciertos hipnóticos como el etomidate o la ketamina se asocian a vómitos postoperatorios. Y atención al dato: también la cirugía abdominal (o sea, que a tu cuerpo le da por ponerse a vomitar justo cuando tienes la tripa rajada en canal, ¡qué divertido!).

Pero bueno, que no panda el cúnico: el anestesista sabe todo esto y se anticipa a ello para intentar evitarlo, con medidas como usar ondansetrón (un fármaco que previene las náuseas y vómitos) o cambiando la técnica anestésica (con una perfusión de propofol en vez de vaporización de desflurano). Ah, y una buena noticia para fumadores: el tabaco reduce los vómitos postoperatorios. Aunque no sé yo si compensa

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febrero 24th, 2010 a las 8:09 pm

¿Sabías por qué… desde la T4 se ve una cruz en el monte?

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Seguro que a la mayoría de vosotros os ha tocado pasar por Barajas. Muchos habréis estado en la T4, incluso es posible que os haya tocado coger el trenecito hasta el satélite y esperar allí un rato a que saliese vuestro vuelo. Y mientras os paseábais arriba y abajo, mirando aviones, maleteros y demás handling, algunos os habréis fijado que a lo lejos, hacia el noreste, se veía una cruz en la colina:

Fotografía de un B762 y la cruz de Paracuellos, por Marlo Plate en Airliners.net

¿Qué narices sería eso? ¿Algún tipo de señal de aproximación, como el damero del Kai Tak? Pues no exactamente… Esa cruz está en el cerro de San Miguel, en el cementerio de Paracuellos del Jarama. Lugar que los españoles que leáis esto recordaréis por ser el escenario de uno de los episodios más sangrientos de la Guerra Civil: las matanzas de Paracuellos, llevadas a cabo por el bando republicano contra miembros o simpatizantes del bando nacional (para más información podéis consultar la Wikipedia). Allí se hizo esa cruz para recordar a los muertos, cruz que ahora podemos ver mirando desde la T4S, en esta vista aérea de Google Maps o, si te atreves, en esta fotografía de Barajas desde el aire.

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febrero 6th, 2010 a las 11:32 pm

Categoría: Aviación

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¿Sabías por qué… los aviones del Ejército tienen una cruz en la cola?

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Algunos lectores sabréis, y al resto os lo digo ahora, que todas las aeronaves del Ejército del Aire y el de Tierra (las FAMET) tienen una cruz de San Andrés en la deriva (el plano vertical que hay en la cola): desde los «botijos» apagafuegos del 43 Grupo o los Mirage de Los Llanos en esquema de baja visibilidad, hasta los ignominiosos Falcon del 45 Grupo o los EC-135 de la UME.

Canadair CL-215T del Ejército del Aire (43 Grupo) en la playa de San Lorenzo (Gijón) Dassault Mirage F.1 del Ala 14 (Los Llanos) del Ejército del Aire en la Tiger Meet 2009
Dassault Falcon del Ejército del Aire (45 Grupo) en configuración de aterrizaje Eurocopter EC-135 de la UME

Para entender el por qué de la cruz de San Andrés (o, mejor dicho, de Borgoña) hemos de irnos hasta el siglo XVI, cuando Juana de Castilla la añadió a su escudo en honor a la tierra de origen de su marido, Felipe el Hermoso (I de Castilla y IV de Borgoña), y permanece aún hoy en el escudo de armas del rey Juan Carlos I. Este símbolo fue añadido posteriormente por Felipe V a los estandartes de los Tercios, tras lo cual permaneció ligada a los ejércitos de una u otra manera.

Sin embargo, la cruz de San Andrés no apareció en los aviones hasta la Guerra Civil Española, por un motivo mucho más prosaico. Mejor que explicarlo yo, os pongo una fotografía perfecta para que caigáis en la cuenta:

Polikarpov I-16 y T-6 Texan de la Fundación Infante de Orléans

Seguro que ya veis por dónde van los tiros, y nunca mejor dicho: cuando los alzados capturaban las aeronaves republicanas debían borrar sus identificativos para evitar ser abatidos accidentalmente por fuego amigo. Para ello, el general Franco ordenó pintar la cruz de San Andrés sobre un fondo blanco que cubriría los colores de la enseña republicana, como la que lleva en el timón el Mosca de la foto. El resultado es algo así: un Polikarpov republicano con la cruz de San Andrés y la escarapela nacional.

Desprovisto de su utilidad inicial, el emblema ha perdurado hasta nuestros días como podéis ver en las fotos iniciales, sea con el estilo original (pintando el timón) o sea como una pequeña decoración integrada en un esquema de pintura de baja visibilidad (como en el Mirage F.1 de arriba a la derecha). No obstante, el origen franquista del símbolo motivó una proposición no de ley de Izquierda Unida en el Congreso, que no prosperó, para retirarlos.

Y esta ha sido la última curiosidad del año. Que empecéis muy bien 2010.

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diciembre 31st, 2009 a las 12:59 am

¿Sabías por qué… se habla de disparos «a bocajarro»?

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Todos hemos oído hablar de disparos efectuados a corta distancia: «a bocajarro» o «a quemarropa». La segunda expresión es bastante descriptiva: sabiendo que un disparo arroja una llamarada de unos cinco centímetros, todos entendemos qué significa eso de quemar la ropa; sin embargo, ¿por qué se llaman disparos a bocajarro?

De entrada, esas dos expresiones no son sinónimos: un disparo a quemarropa implica corta distancia, pero un disparo «a bocajarro» es un caso particular de disparo en contacto firme, o sea, con el cañón presionando sobre la superficie de impacto. Si apretamos con el cañón sellando la piel, todo lo que salga por él (bala, pólvora, gases) se introducirá en el abdomen o el tórax. Pero… ¿y si estamos sobre hueso? ¿Y si disparamos, por ejemplo, sobre el cráneo? En este caso, la bala lo atraviesa igualmente, pero los gases quedan retenidos entre el hueso subyacente y la piel, disecándola:

Disparo a bocajarro y desgarro cutáneo

Jarro de barroLa piel entonces se desgarra, adoptando la forma de la boca de un jarro, como podéis ver en esta imagen (aviso: puede herir la sensibilidad). Para ser exactos, a esto se le llama efecto de Hoffmann o de boca de mina pues, al estar la piel «reventada», parece como si hubiese ocurrido una explosión dentro de la cabeza. Y, como último frikidato, también podremos observar el signo de Benassi, que es el ennegrecimiento del hueso en torno al orificio de entrada, debido al humo del disparo.

Por cierto, esta es la entrada número 100 de medicina en el blog. Me tomaré algo para celebrarlo.

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diciembre 5th, 2009 a las 2:20 am

¿Sabías por qué… los abuelitos se curvan hacia delante?

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La verdad es que siempre me había llamado la atención que algunos ancianos, según iban ganando años, se iban agachando hacia delante. Y no me refiero a que les saliese «chepa»: la joroba (también conocida como hipercifosis) se distingue claramente, se puede seguir la línea de la columna para ver cómo se incurva, y la cabeza adopta una posición adelantada respecto al eje del cuerpo.

Sin embargo, lo que les suele pasar a los ancianos es que se «caen» hacia delante, como si fuesen la torre de Pisa. De hecho, si los puedes ver desnudos, observarás que las costillas están más bajas, en algunos casos llegando a tocar las palas ilíacas. ¿Qué demonios pasa aquí?


Perdonad la flecha, pero no podía escanear la placa de un paciente,
y tuve que cogerla de un anuncio…

Pues que con los años, las cosas se gastan, la osteoporosis hace de las suyas, y aparecen las fracturas vertebrales: lo que era un bloque de hueso duro como hormigón se ha vuelto enclenque y se aplasta, adoptando la forma de una cuña, inclinando hacia adelante el eje de la columna y disminuyendo la altura. Y doliendo. Pero para esto último estoy preparando una entrada sobre analgésicos y antiinflamatorios…
Disminución de la altura por fracturas vertebrales

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noviembre 16th, 2009 a las 12:17 pm