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Síndrome de Reye (o por qué no deberías dar Aspirina a tu hijo)
Una lectora del blog pregunta por qué su profesora les aconseja que no tomen Aspirina para la gripe, y yo le respondo que es debido al raro pero cabrón síndrome de Reye. Así que, empezando por lo primero: ¿qué es el síndrome de Reye? Poniéndome friki, el síndrome de Reye es una encefalopatía aguda causada por un fallo hepático con infiltración grasa microvesicular, debida a una disfunción mitocondrial en el metabolismo de los lípidos. O en cristiano: que el hígado desbarra, no hace su trabajo con las grasas, y se carga al cerebro. No se ha podido averiguar a ciencia cierta su causa, pero sí que se ha visto que requiere una infección vírica previa (generalmente infección del tracto respiratorio superior: gripe o varicela), y se ha comprobado su asociación con la toma de Aspirina y otros salicilatos.
El resultado es que tu niño tenía un catarrillo y, para que se encontrase mejor, le diste aspirina. Sin embargo, al cabo de unas horas empieza a vomitar y se muestra más adormilado y, para cuando decides llevarlo a Urgencias, tiene una crisis convulsiva y queda en coma. Uno de cada dos niños no volverán a casa, y el que se salve lo hará con un cierto deterioro neurológico o del desarrollo. Por esa razón, y dado que el Reye aparece en menores de 15 años, se contraindicó su uso en niños. De hecho, esta fue la razón por la que en 2003 se hizo necesaria la receta médica para su compra y lo que llevó finalmente a la retirada de la Aspirina Infantil del mercado, más de treinta años después de la descripción de los primeros casos. Una pena: ¡con lo rica que sabía cuando me la daban! Pero bueno, ahora tomo paracetamol, que baja la fiebre igual, y no hace daño al estómago.
Lectura complementaria:
Reye syndrome–insights on causation and prognosis. Arch Dis Child. 2001 Nov;85(5):351-3.
The disappearance of Reye’s syndrome–a public health triumph. N Engl J Med. 1999 May 6;340(18):1423-4.
Reye’s syndrome in the United States from 1981 through 1997. N Engl J Med. 1999 May 6;340(18):1377-82.
¿Sabías por qué… un golpe en la sien puede matar?
No sé, igual esto sólo me lo decían a mí y vosotros no sabéis de qué estoy hablando. Pero recuerdo haber oído de pequeño que los golpes en la sien eran muy peligrosos, porque te podías quedar «seco». Y, hombre, aunque duele si aprietas ahí, nunca entendí la relación que podía haber…
Hasta que aprendí qué era la arteria meníngea media. Esta arteria surge en la base del cráneo y se bifurca en dos ramas: una de ellas, la de más adelante, discurre pegada a la cara interna del cráneo a la altura de la sien o, para ser más exactos, el pterión. Este detalle anatómico no tendría mayor relevancia si no fuese porque esa región ósea, donde se juntan el temporal y el parietal, es especialmente frágil. E imaginad el bonito desgarro que puede hacerle un hueso fracturado y afilado a una arteria que pasa a su lado. En este caso, el resultado es una hemorragia dentro del cráneo y por fuera de las meninges, dando un hematoma epidural. El interfecto se encontraría relativamente bien después del coscorrón, hasta que unas horas después tuviese un tremendo dolor de cabeza y empezase a vomitar. Y, si alguien no lo lleva corriendo a un servicio de urgencias, acabaría muriendo antes del próximo telediario.
Para ilustrar un poco mejor eso del hematoma epidural, aquí tenéis el escáner de un chaval cuya sien sirvió de abrebotellas. El corte de la izquierda y el del centro son dos vistas en distintos ejes: atención al tamaño del sangrado, que ya ha colapsado el ventrículo cerebral izquierdo. El corte de la derecha señala con dos flechas las fracturas que causaron el destrozo.
¿Sabías por qué… a veces hay espuma en la orina?
Esta tarde llegué a casa después de un largo paseo por el monte, y lo primero que hice fue ir al baño para cambiarle el agua al canario; conforme iba descargando la vejiga, la taza del baño se iba llenando de orina… y espuma, cual Mahou recién tirada. Por otra parte, en el retrete no había restos de jabón ni tampoco uso ninguno de estos artilugios para perfumar el inodoro: ¿de dónde salía pues esa espuma?
Sencillo: la formación de espuma en la orina se debe a la presencia de proteínas. En principio esto no es común, ya que la orina es un filtrado producido por el riñón, que cuenta con una membrana con unos poros lo suficientemente pequeños para impedir que la mayoría de las proteínas los atraviesen (con lo que cuesta sintetizarlas, ¡como para perderlas!). Sin embargo, algunas proteínas pequeñas consiguen escaparse: la buena noticia es que hay un mecanismo que se ocupa de repescarlas. La mala es que ese mecanismo de reabsorción trabaja al máximo de su capacidad por defecto. Así que si, por lo que sea, aumenta la cantidad de proteínas filtradas, éstas no pueden devolverse a la sangre y aparecen en la orina.
Y eso es lo que ocurre cuando uno está andando el Camino de Santiago o se sube al Aizkolegi: rompes fibras musculares y liberas mioglobina, que es lo suficientemente pequeña para atravesar la membrana filtradora del riñón y aparecer en la orina, dando espuma. Pero esto no sólo ocurre al andar (la denominada «proteinuria de las marchas»): también hay otras condiciones que liberan esa mioglobina, entre ellas la fiebre o la bipedestación prolongada (en cuyo caso también contribuye la mayor presión hidrostática en los capilares del glomérulo renal).
¿Sabías por qué… la adrenalina tiene ese nombre?
Muy fácil: como ya vimos en otra ocasión, prácticamente todas las palabras médicas llevan encerrado su significado. Perdonadme los filólogos pero, en mi escaso conocimiento del latín, ad significa «al lado» y renal indica «relativo a los riñones» (ina es un sufijo que denota hormona). Así pues, la propia palabra indica que es una sustancia producida al lado de los riñones; empero, el nombre debería ser «suprarrenalina», pues se produce en las glándulas suprarrenales (encima de los riñones).
Sin embargo, como muchos sabréis, la adrenalina se conoce también como epinefrina, especialmente en el mundo anglosajón. Pues bien, aquí viene lo friki: ambas palabras, adrenalina y epinefrina, tienen la misma etimología. Mientras que adrenalina deriva del latín, epinefrina procede del griego epi (arriba) y nefritikon (riñón).
Otra curiosidad inútil patrocinada por Per Ardua ad Astra.
¿Sabías por qué… sientes hormigas en las manos cuando estás nervioso?
¿A alguno de vosotros le ha ocurrido alguna vez sentir un hormigueo en las manos o los brazos cuando se ponía nervioso, quizás en una montaña rusa o antes de un examen? Incluso es posible que la cosa haya pasado a mayores, esos hormigueos se extendiesen por brazos y pies, sintiéseis que os falta el aire y pudiéseis llegar a desmayaros o caer presas de un ataque de pánico.
Pues bien: a pesar de lo incómodo de la sensación (algunas personas llegan a decir incluso que «pensaban que se morían»), lo que ha ocurrido es simplemente que estábais hiperventilando, respirando más deprisa de lo normal. Esto es algo que hacemos inconscientemente cuando nos ponemos nerviosos y que, en contra de lo que puede parecer, no aumenta el oxígeno de la sangre (los «camiones» que la transportan ya están llenos): la consecuencia de respirar mayores volúmenes (más rápido y/o más profundo) es «limpiar» la sangre de CO2, descendiendo la concentración de ácido carbónico. El resultado es un aumento del pH (alcalosis), cuyos síntomas son los que he enumerado en el primer párrafo: desde las parestesias (hormigueos) hasta la pérdida de conciencia.
Esto además tiene el inconveniente de que, al ser una sensación incómoda y extraña, nos pone más nerviosos, haciendo que ventilemos más y agravando el problema. ¿Cuál es la salida de este círculo vicioso? La mitiquérrima bolsita de papel para respirar dentro de ella o, si le quieres vacilar al incauto, pedirle que silbe. Con lo primera estará respirando su propio aire, aumentando el contenido en CO2, y con la segunda disminuyes la frecuencia y profundidad de la respiración.
Un último frikidato, y ya me voy: ¿sabías que hay un tipo de crisis epiléptica en adolescentes que se puede desencadenar por una hiperventilación? Son las crisis de ausencia, también conocidas como petit mal. Sin más, sólo era por comentarlo.
¿Sabías por qué… da un vuelco el corazón?
Por la presente queda inaugurada una nueva clase de entradas. Tras haber tomado conciencia de que en Medicina hay un montón de conocimiento de dudosa utilidad pero altamente curioso como chascarrillo o frikada (¿por qué a veces la orina hace espuma? ¿por qué hay que «vomitar la anestesia»? ¿por qué nunca es lupus?), he pensado que estaría bien hacer una serie de entradas breves (un párrafo) recogiendo esas pequeñas tonterías; veré qué acogida tienen… De momento, he aquí la primera:
¿Sabías por qué «da un vuelco» el corazón?
Obviamente, el corazón no se mueve a ningún lado: lo que percibimos cuando decimos que «nos ha dado un vuelco el corazón», sensación que puede ser bastante desagradable, generalmente es una extrasístole auricular. Las aurículas son unas cámaras del corazón que reciben la sangre antes de enviarla a los ventrículos y que, si se contraen a destiempo (por ejemplo, si hemos tomado café o nos dan un susto), encuentran cerradas las válvulas auriculoventriculares. De esta forma, en vez de mandar la sangre a los ventrículos, provocan una onda de presión que se propaga río arriba por las venas, dando esa sensación de «angustia» o palpitaciones.