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Ninguna batalla está ganada
Andrés es un chaval simpático, deportista, no fuma y sólo bebe a veces cuando sale el fin de semana; ya sabes, fiesta, copas, bailar y, si hay suerte, una chica con buen juego de caderas, generalmente con Control, pero nunca se sabe. Aunque de esto ya hace tiempo, porque lleva varios meses con la misma chica: novia, curro fijo y una salud como un roble, la receta de la felicidad.
Sin embargo, un día Andrés tose raro, seco, y le empieza a faltar el aire. Va a Urgencias, y una radiografía atípica, una analítica con una cosa extraña y un residente sagaz a las tantas de la noche se juntan en el momento apropiado para pedir un test rápido. Positivo.
Andrés es ingresado «para estudio». Se le sacan tubos y tubos de sangre, y nos pregunta: no, no buscamos un cáncer. Por si nos quedaba alguna duda, en su sangre hay más virus que glóbulos rojos. Andrés, el chaval afortunado que nunca había ingresado en un hospital, tiene SIDA. Pero no te preocupes, Andrés, que afortunadamente hemos avanzado mucho; los tratamientos han conseguido transformarlo en una enfermedad crónica, esto no son los ochenta, donde la gente moría por el SIDA.
Le ponemos sus antibióticos y al primer día mejora, se siente bien, ¡casi no se cree que esté enfermo! Al tercero le sale un sarpullido por todo el cuerpo: mala suerte, pero no es algo raro. Cambiamos al tratamiento B, y todo vuelve a ir viento en popa… hasta que, a los días, vuelve a faltarle el aire. La mascarilla con oxígeno ya no será suficiente: hay que llevarle a la UCI para meterle un tubo que le ayude a respirar. Su organismo se queja, los pulmones se vuelven rebeldes, la tensión cae, hay que meterle líquidos a chorro, fármacos gota a gota para mantenerlo con vida. Se le hincha la cara, se le secan las manos: día tras día, Andrés va cayendo en el lado oscuro de los porcentajes.
Y tú, residente, has visto tu primer caso de esa enfermedad que aparece cuando y donde menos te lo esperas, esa que los tratamientos han conseguido transformar en crónica: «esto no son los ochenta, donde la gente moría por el SIDA.» Y te sientes tan hipócrita al recordar que se lo dijiste hace unas semanas…
Tan peligroso es joder sin condón como escribir sin tener ni puta idea
Escribo esta entrada por dos motivos. Una, para despacharme: no puedo hacerlo en el periódico donde he leído el regüeldo porque me la jugaría. Y otra, para dar a conocer un artículo que los ciudadanos activos suelen esgrimir a menudo repitiendo como papagayos un dato, pero omitiendo el final de la frase y, por supuesto, la cita.
Estaba yo felizmente hablando con mi amigo, el señor Roca, mientras hojeaba la prensa del día. En la sección de «Cartas al director» encuentro una titulada «Sexo seguro», cuya lectura no me ha defraudado en absoluto. Cito (las negritas son mías):
Llegará el día en que sean enfermos de SIDA los que denuncien a los gobiernos y a la industria del preservativo por ocultar información en sus campañas de «sexo seguro». Y es que es la misma OMS la que reconoce que el preservativo tiene una tasa de fallos del 14%.
¿Miente la OMS? No. (…) Mienten los que ocultan interesadamente el altísimo porcentaje de fallos ¡¡¡14%!!! (sic)
Nunca dejaré de agradecerle a Rinzewind que enlazase el artículo de la OMS que estos ciudadanos citan al hablar de esa inadmisible tasa de fallo del 14%. Y, como a ellos se les hace el culo gaseosa nombrando a la OMS, yo no voy a ser menos, y voy a jugar en su campo. El texto en cuestión, que os recomiendo imprimir y enmarcar, es este: Effectiveness of male latex condoms in protecting against pregnancy and sexually transmitted infections
Efectivamente, en algún punto del artículo habla de un 14%. Pero que no sea yo el que os lo cuente: leedlo vosotros mismos (negritas de la casa, otra vez).
The most frequently cited condom effectiveness rate is for typical use, which includes perfect and imperfect use (i.e. not used at every act of intercourse, or used incorrectly). The pregnancy rate during typical use can be much higher (10-14%) than for perfect use, but this is due primarily to inconsistent and incorrect use, not to condom failure. Condom failure – the device breaking or slipping off completely during intercourse – is uncommon.
Vale: o sea que hablar de un 14% a secas, como hace la ciudadana de antes, es falaz. Por si fuera poco, sigamos con el mismo texto:
In Thailand, the promotion by the government (…) led to a dramatic increase in the use of condoms (from 14% in 1990 to 94% in 1994); an equally dramatic decline in the nation-wide numbers of bacterial STD cases (from 410,406 cases in 1997 to 27,362 cases in 1994); and reduced HIV prevalence [del 12,5 al 6,7%] in Thai soldiers.
Aham… O sea, que una campaña gubernamental de distribución de condones a burdeles y puticlubes, junto con anuncios para promover el uso correcto del condón, reduce la incidencia de contagios de VIH. Pero sigamos, sigamos con el paper de la OMS:
The most convincing data on the effectiveness of condoms in preventing HIV infection has been generated by prospective studies undertaken on serodiscordant couples, when one partner is infected with HIV and the other is not. These studies show that, with consistent condom use, the HIV infection rate among uninfected partners was less than 1 percent per year. Also, in situations where one partner is definitely infected, inconsistent condom use can be as risky as not using condoms at all.
Tengo que destripar el artículo al que se refiere, pero copio la primera frase de la discusión: «It is reassuring that no HIV transmission occurred among the couples reporting consistent use of condoms».
Y ahora, si alguien tiene cojones, que venga y diga que el condón no funciona y aumenta los problemas. Como veis, la persona que ha escrito esa «Carta al director» y yo hemos partido de la misma fuente. Por mi parte, la he leído, he indagado, y he llegado a dos conclusiones:
- Follar sin condón es peligroso, porque tienes muchas más cartas para contagiarte del VIH.
- Escribir sin leer es peligroso, porque tienes muchas más cartas para exhibirte como un pretencioso ignorante (y eso que le doy el beneficio de la duda y digo «ignorante» en vez de «mentiroso»).
Bibliografía:
Effectiveness of male latex condoms in protecting against pregnancy and sexually transmitted infections. WHO, fact sheet nº 243, June 2000.
Nelson KE et al. Changes in sexual behavior and a decline in HIV infection among young men in Thailand. N Engl J Med. 1996 Aug 1;335(5):297-303.
de Vincenzi I. A longitudinal study of human immunodeficiency virus transmission by heterosexual partners. European Study Group on Heterosexual Transmission of HIV. N Engl J Med. 1994 Aug 11;331(6):341-6.
EDIT 26/04/09: Por si a alguien le interesa, aquí está el escaneo de la carta original y la réplica.
Un nuevo filón en la lucha contra el SIDA
Esta entrada viene a colación de un artículo publicado en el New England Journal of Medicine de la semana pasada, titulado Long-Term Control of HIV by CCR5 Delta32/Delta32 Stem-Cell Transplantation o, en otras palabras, cómo curar el SIDA con un trasplante de médula ósea. Vaya por delante que ese artículo no descubre la pólvora sino que es un case report, la explicación de un experimento que se ha realizado con un paciente y que ha tenido un resultado exitoso. No obstante, por lo ingenioso del tratamiento, creo que merece la pena traerlo aquí (como ya han hecho en Diario Médico o El País).
Antes de meternos en harina debo dar dos pinceladas sobre el funcionamiento del VIH: los que sepan qué es el CCR5 pueden saltarse este párrafo y el siguiente, y conste que voy a simplificar mucho, así que os colaré alguna mentirijilla. Como sabéis, el VIH es un virus que infecta las células del sistema inmunitario, en concreto los linfocitos T-helper, que son los encargados de iniciar y modular una buena parte de la respuesta inmune (en concreto, la activación de células inflamatorias y la producción de anticuerpos). El VIH, muy cabrón él, se carga directamente al director de la orquesta inmunitaria, dejando callados a todos los instrumentos defensivos: por eso el SIDA no es una enfermedad en sí misma, sino un conjunto de enfermedades debidas a esa vulnerabilidad del sistema inmune. Ahora bien, ¿cómo localiza el virus a sus objetivos? Muy sencillo: todos esos linfocitos T-helper expresan en su membrana una proteína denominada CD4, indispensable para que puedan hacer su trabajo, y que es la que reconoce el VIH y a la que se fija para infectarlos.
Sin embargo, el CD4 es condición necesaria pero no suficiente para la infección. Para que el VIH se «agarre» y penetre es imprescindible la presencia de un correceptor denominado CCR5. Así pues, cuando el virus reconoce ambas moléculas (CD4 y CCR5), se engancha a ellas y entra en la célula, «inyectando» su genoma y empezando a multiplicarse: estamos infectados. Ahora bien, si pudiéramos bloquear ese correceptor, estaríamos impidiendo la infección, pues el virus no tendría cómo unirse a las células.
Frikidato: en esta línea apareció un fármaco hace año y medio, el maraviroc, que funciona bloqueando el CCR5. Como todo inhibidor, su efectividad se basa en que exista una baja concentración de aquello a lo que quiere inhibir, pues de lo contrario compiten por el receptor y resulta inefectivo. Por consiguiente, el maraviroc ha de emplearse junto con un tratamiento «clásico» basado en antirretrovirales, con todos los efectos secundarios que ello conlleva, así que tampoco arregla demasiado.
Resumiendo, tenemos un virus que necesita unirse a dos manos para poder trabajar, y estamos buscando la forma de que una de esas manos no funcione: ¿y si hubiera alguien manco? No lo digo de coña: debido a una mutación descrita en 1996, un 2% de la población caucásica es «manca», careciendo de CCR5. Eso significa, entre otras cosas, que esas personas son «inmunes» al VIH*. «Entonces, si pudiéramos trasplantar linfocitos sin CCR5 a una persona con VIH, se curaría, ¿no?» Hombre, sí, pero su médula ósea seguiría produciendo células con el receptor, y dentro de poco tiempo estaríamos igual que al principio. «Bueno, pues entonces, en vez de trasplantar células, ¡trasplantemos médula ósea!»
Dicho y hecho. Tomemos un alemán infectado por el VIH y tratado con medicación «clásica» (TARGA): con pastillas, el virus es indetectable, pero cuando deja de tomarlas, ya está ahí el bichillo tocando los cojones. Ahora, a ese mismo alemán, añadámosle una leucemia. Como sabéis, el tratamiento de la leucemia es, en muchos casos, el trasplante de médula ósea o progenitores hematopoyéticos (mismo perro con distinto collar), así que tenemos la oportunidad perfecta: buscamos un donante de médula que sea compatible con el enfermo y además no tenga CCR5, y hacemos el trasplante. A ver si hay suerte.
Y la hubo, la hubo. Al paciente se le mantuvo con TARGA hasta el día de antes del trasplante, para que su carga viral fuese mínima: de hecho, ya habían comprobado que, una vez retirados los antirretrovirales, era cuestión de días que el VIH se reprodujese. Sin embargo, desde que le hicieron el primer trasplante (necesitó dos, porque el primero no terminó de arraigar) hasta veinte meses después, cuando se publica el artículo, el contaje de VIH es redondo: cero copias. Nada. Limpio. Pero no sólo en sangre: también sacaron muestras de mucosa rectal (uno de los sitios raros donde se puede esconder el VIH), y estaban como la patena.
¿Significa esto que se ha encontrado una cura? No: es sólo un caso que ha funcionado durante veinte meses. Hay que comprobar que la infección no reaparece con el tiempo por alguna copia tocapelotas descarriada por ahí. Además, un trasplante de médula ósea es un tratamiento muy arriesgado, con una gran cantidad de efectos secundarios. Pero, no obstante, a este hombre lo han curado. Y no me negaréis que la forma como lo han logrado es ingeniosa… Bueno, eso si he conseguido explicarme y que se entienda en qué consistía el experimento. Y, si no, decidlo.
Ah, y espero que hayáis disfrutado la ducentésima entrada del blog.
* -> No obstante, hay ciertas cepas del VIH que no emplean el correceptor CCR5 sino otro llamado CXCR4. Ante una de esas, la mutación del CCR5 nos sirve para tomar por culo (bueno, no, más bien lo contrario, no vaya a ser…).
Bibliografía:
Hütter G, Nowak D, Mossner M, Ganepola S, Müssig A, Allers K, et al. Long-term control of HIV by CCR5 Delta32/Delta32 stem-cell transplantation. N Engl J Med. 2009 Feb 12;360(7):692-8.
Fallo de los mecanismos de defensa. En: Janeway CA, Travers P, Walport M, Shlomchik MJ. Inmunobiología: el sistema inmunitario en condiciones de salud y enfermedad. 2ª ed., Masson; 2003, p.425-69
Levy JA. Not an HIV cure, but encouraging new directions. N Engl J Med. 2009 Feb 12;360(7):724-5.
You have AIDS!
Sí, sé que no debería hacer humor con una cosa tan seria, pero qué coño… Reconozcámoslo: adoro Padre de familia y su humor sórdido y mordaz, al más puro estilo Mi Mesa Cojea. Así que cuando vi este vídeo, no pude resistirme a compartirlo con vosotros:
Como no podía ser menos, el vídeo ha sido suprimido de Youtube.
Como no podía ser menos, soy un hombre precavido.
You have AIDS
Peter Griffin and the Barbershop Quartet
Doctor Dude: I don’t know how to tell you this, Mr. DeVaney… so I’ll let these guys do it!!
You have AIDS,
yes you have AIDS!
I hate to tell you, boy, that you have AIDS,
You’ve got the AIDS!
You may have caught it when you stuck that filthy needle in here
or maybe all that unprotected sex put you here.
It isn’t clear!
But what we’re certain of is
you have AIDS!
Yes, you have AIDS!
Not H.I.V. but full blown AIDS
Be sure that you see that this is not H.I.V.,
but full blown AIDS!
Not H.I.V. but really full blown AIDS
I’m sorry, I wish it was something less seriouuuuuus…
But it’s AIDS!
You’ve-got-the-AIIIIIIIIDS!!
La única puntualización, para los que no la sepáis, es la diferencia entre VIH (HIV) y SIDA (AIDS). De entrada, el VIH es el virus que causa el SIDA: no obstante, la infección no se acompaña inmediatamente de las manifestaciones de la enfermedad (es decir, el SIDA) sino que queda, digamos, «latente», durante un período variable que puede alcanzar los diez años. Así pues, una persona puede estar infectada pero, por lo demás, completamente sana (seropositivo); sin embargo, cuando empiezan a aparecer determinadas enfermedades (candidiasis esofágica, neumonía por P.jiroveci, tuberculosis diseminada…) consecuencia de la infección, se dice que esta persona tiene SIDA y, obviamente, el pronóstico es mucho más jodido: de ahí la insistencia de la canción en que no tiene «sólo» un VIH, sino un SIDA como una casa.
Un ejemplo que se me acaba de ocurrir, sobre la diferencia VIH/SIDA: alguien puede tener muchos millones en el banco (VIH positivo), pero no tener ni una casa grande, ni un yate en el puerto (no tiene SIDA); sin embargo, con el tiempo acabará comprándose estas propiedades, «manifestando» su riqueza/enfermedad. Y, como es lógico, nadie puede tener todos esos lujos sin tener el dinero en el banco. Por lo tanto, el tener SIDA implica ser VIH positivo, pero no al revés.