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¿Sabías por qué… hay que vomitar la anestesia?

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De entrada, lo aviso: la anestesia no se vomita. Los agentes anestésicos pueden eliminarse por distintas vías: por ejemplo metabolizándolos en el hígado, excretándolos por el riñón o devolviéndolos inalterados en la respiración. Pero entonces, ¿por qué se suele decir que la anestesia «hay que vomitarla»?

Lo que sucede es que el saber popular tiende a establecer curiosas relaciones causales: efectivamente, uno de cada cuatro pacientes vomitan en las horas siguientes a la anestesia general. Además, como tenían el estómago vacío desde muchas horas atrás, el vómito no contenía alimentos sino que era bilioso (recordad lo que ya dijimos): simples jugos gástricos y pancreáticos, con un aspecto verdoso, alarmante para los legos. La conclusión es obvia: si lo que vomita no es comida, y le han anestesiado… ¡lo que hay en la palangana es la anestesia!

La realidad, sin embargo, es diferente. Las náuseas y vómitos postoperatorios se deben, entre otras muchas razones, a un efecto secundario de los fármacos empleados como analgésicos o hipnóticos. En concreto, los opiáceos que nos quitan el dolor o los halogenados que inhalamos para mantenernos dormidos son los principales acusados… pero no los únicos: ciertos hipnóticos como el etomidate o la ketamina se asocian a vómitos postoperatorios. Y atención al dato: también la cirugía abdominal (o sea, que a tu cuerpo le da por ponerse a vomitar justo cuando tienes la tripa rajada en canal, ¡qué divertido!).

Pero bueno, que no panda el cúnico: el anestesista sabe todo esto y se anticipa a ello para intentar evitarlo, con medidas como usar ondansetrón (un fármaco que previene las náuseas y vómitos) o cambiando la técnica anestésica (con una perfusión de propofol en vez de vaporización de desflurano). Ah, y una buena noticia para fumadores: el tabaco reduce los vómitos postoperatorios. Aunque no sé yo si compensa

Perpetrado por EC-JPR

febrero 24th, 2010 a las 8:09 pm

¿Por qué vomitamos?

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Tras la entrada sobre la diarrea, se imponía otra para explicar qué sucede cuando descomemos por arriba: ¿por qué vomitamos, cómo se vomita, qué mecanismos están implicados?

El vómito se controla por un área en el bulbo raquídeo (en la base del cerebro) que tiene el obvio nombre de centro del vómito. Este recibe señales del área postrema, que está detrás de los vómitos por tóxicos, como los que ocurren tras la anestesia. También le llega información, mediante el nervio vago, directamente del estómago y el duodeno: es la responsable de que vomites justo después de una comilona (esas vísceras son muy sensibles a la sobredistensión) o tras beber el sexto tequilazo del tirón (el alcohol es un irritante muy potente, y el estómago se defiende de esa agresión). Otros desencadenantes son el órgano del equilibrio (que se lo pregunten a esta chica), el aumento de la presión intracraneal, la inflamación de los órganos abdominales, o incluso estímulos visuales u olfativos. Cuando actúa cualquiera de estos, el centro del vómito envía señales que van preparando tu cuerpo para una erupción inminente.

El caso es que antes de echar todo aparecen unos síntomas típicos, de los cuales las náuseas son los más obvios, pero tú probablemente hayas notado también que salivas más, respiras profundo, te entran sudores y tus pupilas se dilatan. Además, con antelación a todo esto, tus intestinos han podido estar moviéndose en sentido contrario (antiperistaltismo) durante varios minutos, haciendo que luego puedas encontrar en tu vómito alimentos que habías comido horas atrás.

Cuando ya está todo preparado, ocurre la emesis. El diafragma baja y se queda fijo en posición de inspiración, los músculos de la pared abdominal se contraen, y el esfínter inferior del esófago se relaja: ¡todo para fuera! Además, por seguridad, las vías respiratorias (glotis, nasofaringe) se cierran; este mecanismo de protección no existe en pacientes inconscientes, que corren el riesgo de aspirar su corrosivo vómito y hacer una neumonitis por aspiración (o síndrome de Mendelson).

No obstante, también puede haber vómitos que aparezcan sin ninguno de los síntomas previos, como es el caso de los vómitos en escopetazo, que tienen típicamente un origen neurológico, generalmente por hiperpresión intracraneal (vg. meningitis).

Para terminar, una vez explicado el problema, ¿cómo podemos solucionarlo? Seguro que todos sabéis que hay remedios para hacer desaparecer las náuseas y los vómitos, como el archiconocido Primperan. Sin embargo, como bien dice uno de nuestros anestesistas, ante la pregunta «¿Qué me tomo?», la respuesta es «Depende»: depende de lo que diga vuestro médico, que es el más indicado para evaluar si esos vómitos son una gastroenteritis común o si puede haber algo más.

Y como siempre, dudas y collejas, en los comentarios.

Bibliografía:
Fisiología de los trastornos digestivos. En: Guyton AC, Hall JE. Tratado de fisiología médica. 10ª ed. México: McGraw-Hill Interamericana; 2001. p.926-7
Silbernagl S, Despopoulos A. Texto y atlas de Fisiología. 5ª ed. Madrid: Elsevier; 2001.
Hasler WL. Náusea, vómito e indigestión. En: Kasper DL, Braunwald E, Fauci AS, Hauser SL, Longo DL, Jameson JL, editores. Harrison. Principios de Medicina Interna. 16ª ed. McGraw Hill; 2005. p.248-51.
Pérez-Arellano JL. Sisinio de Castro, manual de Patología General. 6ª ed. Barcelona: Masson; 2006.

Perpetrado por EC-JPR

enero 18th, 2010 a las 2:29 am

Categoría: Medicina

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