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¿Sabías por qué… se habla de disparos «a bocajarro»?
Todos hemos oído hablar de disparos efectuados a corta distancia: «a bocajarro» o «a quemarropa». La segunda expresión es bastante descriptiva: sabiendo que un disparo arroja una llamarada de unos cinco centímetros, todos entendemos qué significa eso de quemar la ropa; sin embargo, ¿por qué se llaman disparos a bocajarro?
De entrada, esas dos expresiones no son sinónimos: un disparo a quemarropa implica corta distancia, pero un disparo «a bocajarro» es un caso particular de disparo en contacto firme, o sea, con el cañón presionando sobre la superficie de impacto. Si apretamos con el cañón sellando la piel, todo lo que salga por él (bala, pólvora, gases) se introducirá en el abdomen o el tórax. Pero… ¿y si estamos sobre hueso? ¿Y si disparamos, por ejemplo, sobre el cráneo? En este caso, la bala lo atraviesa igualmente, pero los gases quedan retenidos entre el hueso subyacente y la piel, disecándola:
La piel entonces se desgarra, adoptando la forma de la boca de un jarro, como podéis ver en esta imagen (aviso: puede herir la sensibilidad). Para ser exactos, a esto se le llama efecto de Hoffmann o de boca de mina pues, al estar la piel «reventada», parece como si hubiese ocurrido una explosión dentro de la cabeza. Y, como último frikidato, también podremos observar el signo de Benassi, que es el ennegrecimiento del hueso en torno al orificio de entrada, debido al humo del disparo.
Por cierto, esta es la entrada número 100 de medicina en el blog. Me tomaré algo para celebrarlo.