Entradas de archivo para la etiqueta ‘bulo’ tag
Partos y ciclos lunares
Seguro que muchos de vosotros sabréis eso de que las fases lunares influyen en los partos, que con Luna llena todas las embarazadas se ponen de acuerdo para parir, etcétera. Yo lo volví a oír el otro día, de manos de un amigo, que lo ampliaba con una explicación del tipo: «La gravedad de la Luna causa las mareas, ¿no? Entonces, ¿por qué no van a tener influencia la gravedad y el campo magnético lunar en las embarazadas? De hecho, yo he oído a varias matronas decir que, en determinadas fases lunares, sus guardias son de lo más moviditas…».
Como lo defendió con tanta seguridad, no me atreví a replicarle a pesar de que sabía que se trataba de un bulo. Coño, igual era yo el que estaba confundido… Así que hice dos cosas: examinar sus argumentos y buscar pruebas. Vayamos con sus razones:
- La gravedad de la Luna causa las mareas.
Cierto en un 66%. Basta un vistazo a la Wikipedia para comprobar que, grosso modo, la atracción gravitacional de la Luna es responsable sólo de dos terceras partes de la oscilación mareal. El otro tercio se debe al Sol, pero nadie lo menciona al hablar de los partos: qué raro, ¿no? - El campo magnético lunar.
Recuerdo la Física que di en Bachillerato, que decía que el campo magnético terrestre se debe a las corrientes de metales fundidos en el interior, y no me suena que la Luna tenga volcanes… La Wikipedia vuelve a confirmar mis sospechas: la Luna no tiene campo magnético. Dos de dos. - El error de relacionar mareas con partos: ¿dónde están la coherencia y plausiblidad biológica? ¿Acaso conocemos un mecanismo que pueda explicar la posible vinculación entre la gravedad, los partos y las mareas?
- Matronas (o ginecólogos, o…) lo dicen.
La clásica falacia del argumento de autoridad: magister dixit, lo dijo Blas, punto redondo. El que algunos médicos recomienden vitamina C para el catarro, no significa que sirva para algo…
De modo que este amigo mío habló pero no dijo nada: cada uno de sus argumentos se desmonta en dos líneas. Pero, ¿y si, no obstante, él estuviese en lo cierto? Si un estudiante no sabe explicar el funcionamiento de una dinamo no significa que no funcione: que no conozcamos el mecanismo por el que algo ocurre tampoco implica que no suceda. Y que los cumpleaños de la gente no se concentren en dos días al mes no significa que… bueno, a lo que iba: examinemos las pruebas.
Seguro que hay más gente que ha oído esto de la Luna y los embarazos, ha cogido el registro de partos del hospital y ha hecho unas estadísticas. Así que fui a PubMed y busqué lo primero que se me ocurrió, la secuencia pregnancy delivery rate moon, con quince resultados (que reducimos a cinco, si quitamos los artículos de gente apellidada Moon). Y los resultados son unánimes:
Six thousand seven hundred and twenty five deliveries were retrospectively analyzed from 01 January 2000 to 31 December 2006 (…) The analysis revealed no significant correlation of birth rate to lunar phases. There were also no significant differences regarding birth complications, neonatal outcome and gender to the lunar cycle at the time of conception.
Birth records (…) between 1995 and 2000 (n = 167,956). Daily birth counts were merged with daily surface weather statistics from the National Weather Service for Sky Harbor Airport, and records of lunar phase for the same period. The analyses revealed no significant correlates of birth rate.
This was a retrospective cohort, secondary analysis of 564,039 births (…) from 1997 to 2001. (…) we found no significant differences in the frequency of births, route of delivery, births to multigravid women, or birth complications across the 8 phases of the moon or between documented high- and low-volume intervals of the lunar cycle.
7842 spontaneous deliveries (…) between January 1988 and November 1992, covering 58 synodic lunar months. (…) Non significant differences were found in the incidence of spontaneous birth throughout the lunar cycle.
The distribution of all births during 51 lunar cycles, from March 17, 1974, to April 30, 1978, was analyzed (…) There were 11.691 live births, (…) In none of the 4 samples was the mean number of births occurring on the date of the full moon above average, showing that the birthrate during the period surveyed did not in any way correlate with the cycle of lunar phases.
Se puede decir más alto, pero no más claro: la Luna no tiene nada que ver con los partos. Lo gracioso es que esto está demostrado desde hace treinta años, fecha del último estudio, y aún hay gente que lo cree así…
Cómo detectar un ictus (II)
Evaluación del ACV: Cincinnati Prehospital Stroke Scale (CPSS)
Ayer destripamos algunos de los errores que había en ese famoso powerpoint. Hoy nos olvidaremos de cuestiones semánticas e iremos a lo que realmente importa de la presentación: ¿realmente es útil el método propuesto para diagnosticar un ACV? El texto pretende detectar un infarto cerebral mediante la exploración de tres ítems: sonreír, levantar ambos brazos y decir una frase. Si cualquiera de estos elementos falla, se entiende que el paciente tiene un ACV. Y lo que es más peligroso: si son normales se asume (indebidamente) que el paciente está sano. Pues bien, como os podréis imaginar, «son todos los que detecta, pero no detecta todos los que son»: sólo con esos tres signos se escapan muchas de las manifestaciones de un ACV.
Pero lo más gracioso es que el método explicado en esta presentación no es una mamarrachada que se les haya ocurrido a cuatro amiguetes. Se trata de la Cincinnati Prehospital Stroke Scale, un score que, usado por legos, pretende servir de herramienta de despistaje de ACV’s en un ambiente extrahospitalario.
Coño, o sea que la cosa es seria, o al menos lo intenta. Vale: vayamos a PubMed a ver cuánto se ha escrito sobre el tema. Buscamos cincinnati prehospital stroke scale, y obtenemos… ¡siete artículos en nueve años! Perfecto: creo que acaba de perder la poca apariencia de rigor que pudiera tener. Echamos un vistazo a los abstract y vemos que, de estos siete, en uno la CPSS tan sólo la nombran de refilón, y otros dos se limitan a verificar si una persona de la calle sería capaz de emplear la escala: ¿a que no adivináis el resultado? “Untrained adults can accurately relay CPSS instructions when directed over the phone”. Pos fale, pos fueno.
El artículo que nos interesa es el que aparece en penúltimo lugar (el segundo en ser publicado): Cincinnati Prehospital Stroke Scale: reproducibility and validity. Ann Emerg Med. 1999 Apr;33(4):373-8. Aquí hay dos partes distintas: reproducibilidad (¿cualquiera podría emplear la CPSS?) y validación (¿sirve la CPSS para reconocer el ACV?). A la primera pregunta, el resultado es contundente: un ATA es capaz de emplear la CPSS tan bien como un médico.
No obstante, veamos ahora si realmente es efectiva la CPSS. Copio una frase: “Observation by the physician of an abnormality in any 1 of the 3 stroke scale items had a sensitivity of 66% (…) in identifying a stroke patient.” Si sabéis estadística, os habréis dado cuenta que una s=0,66 es sólo ligeramente superior al valor correspondiente al azar (s=0,5): o sea, esta prueba
Para ser honrado añadiré que esa sensibilidad aumenta al 88% en los ACV de la circulación anterior: “CPSS is more effective in detecting anterior circulation strokes as opposed to those limited to the posterior system. Of note, approximately 70% of strokes occur in the anterior circulation”. En cualquier caso, la sensibilidad global sigue siendo bastante modesta.
Y, por si nos quedaba alguna duda, podemos recurrir a este otro artículo: Accuracy of stroke recognition by emergency medical dispatchers and paramedics–San Diego experience. Prehosp Emerg Care. 2008 Jul-Sep;12(3):307-13. Dejando de lado la aparente debilidad de su diseño, voy directamente a los resultados. Adivinad la sensibilidad de la CPSS que obtienen. ¡Un 44%! El resultado es tan malo, que significa que si la prueba sale normal, ¡tienes más probabilidades de tener un ACV!! Pero no sólo es eso: es que también calculan el Valor Predictivo Positivo (o sea, la probabilidad de tener un ACV cuando el resultado del test es positivo), y es del 40%. Es decir: de cada 10 personas que según el CPSS presentan un ACV, sólo cuatro lo tendrán realmente.
Terminando: ¿en qué se traduce todo este barullo de datos estadísticos? Pues en que, objetivamente, es una prueba absolutamente inútil para el despistaje extrahospitalario: tiene muchos falsos positivos (lo cual supone un problema relativo), y un gran porcentaje de falsos negativos (también conocidos como «ese error que no te puedes permitir»). Es una herramienta fútil, que puede crear una sensación de falsa confianza altamente contraproducente.
¿Conclusión? El email es un bulo con todas las letras.
Cómo detectar un ictus (I)
Me consta que algunos de los visitantes de este blog eran asiduos de Medtempus. Si es así, seguro que recordáis este post y el debate que me traje con Shora. Si no es así, seguid leyendo.
Escribo esta entrada a raíz de la idea que vi en MondoMedico de escribir para explicar y desmentir (o ratificar, si fuera el caso) muchos de los bulos médicos que circulan de email en email. A este respecto tengo que decir que, afortunadamente, me veo libre de muchos de esos correos basura; no obstante, recuerdo especialmente uno que recibí hace ya varios años, por el momento en que me llegó y por el debate que generó y al que me he referido antes. Dicho esto…
Explicación del bulo: errores.
Es muy posible que alguna vez hayáis recibido cierto mail-cadena que os explica cómo detectar un infarto cerebral. Como todos los bulos de este tipo, apela al sensacionalismo («Esto es muy importante y le puedes salvar la vida a una persona») y a argumentos de dudoso peso, traídos por los pelos. Entre ellos me hace especial gracia el de «Un cardiólogo dice que si reenvía este mail a 10 personas al menos una vida puede ser salvada.». ¿Un cardiólogo? ¿Qué coño sabe un cardiólogo sobre accidentes cerebrovasculares? Como no sea porque también se les llama «infartos cerebrales»…
Porque esa es otra. La persona que ha escrito esta presentación no tiene ni prostituta idea de que un infarto cerebral no es lo mismo que un ictus o accidente cerebrovascular (ACV). Un ictus o ACV es un problema de la irrigación del sistema nervioso central, distinguiéndose dos tipos absolutamente opuestos: isquémicos y hemorrágicos. Los isquémicos (el 70% de los casos) ocurren por falta de irrigación del tejido cerebral, la cual puede deberse a múltiples causas: desde una aterotrombosis (como en el infarto de miocardio) a un émbolo séptico en un paciente con endocarditis (es decir, un pequeño «bolito» desprendido de una masa de bacterias que crece agarrada a una válvula cardíaca). Por el contrario, los hemorrágicos (el 30% restante, y generalmente más graves) consisten en la salida de la sangre de los vasos sanguíneos, «empapando» la masa encefálica (hemorragia intraparenquimatosa) o quedándose recogida entre las meninges y comprimiendo el cerebro (hemorragia extraaxial). De los dos tipos de ACV mencionados, isquémicos y hemorrágicos, sólo los isquémicos admiten el nombre de «infarto», pues el infarto es la lesión tisular resultante de la isquemia.
Pues bien, el autor de la presentación dice que «Un neurólogo afirma que si le llaman dentro de las primeras tres horas, puede revertir los efectos de un infarto cerebral totalmente.». Esto es incierto: no es verdad que se puedan revertir totalmente los efectos de un infarto cerebral. Pero también tiene su parte de verdad: la trombolisis, uno de los tratamientos para el infarto, ha de ser aplicada dentro de las tres horas siguientes a la aparición del cuadro. De hecho, sucede lo mismo que en el infarto de miocardio, donde la fibrinolisis es eficaz si se hace en las primeras tres horas.
Pero aún hay más: aunque hubieran llevado corriendo a su amiga al neurólogo, ¿os parece que habría servido de algo? Repito la pregunta de otra forma: dijimos que las tres horas eran críticas en el tratamiento del infarto cerebral, pero ¿vosotros creéis que lo que tenía la paciente realmente era un ictus isquémico? Creo que no hace falta ser ningún águila para percatarse que, después de un traumatismo, el problema era una hemorragia cerebral, no una isquemia: sirva como ejemplo el caso del profesor Neira. Por lo tanto, la expresión de «infarto cerebral» que aparece a lo largo de todo el texto es incorrecta. Además de que el abordaje terapéutico es completamente distinto: así como la isquemia cerebral requiere una acción inmediata, «disolviendo» el trombo con fármacos, la hemorragia impone una actitud de «sit & wait», debiendo recurrir a la cirugía descompresiva sólo cuando el sangrado o sus efectos sean importantes.
Seguiremos mañana…