Entradas de archivo para la categoría ‘Opinión’
Opiniones y dogmas
Una opinión que exige respeto exige realmente no ser cuestionada, y eso entonces no es una opinión, sino un dogma.
Bastallar
Acabo de ver este vídeo en Halón Disparado, y me ha puesto la piel de gallina. Y como no he encontrado la letra por ahí, me pongo a la labor y la transcribo. Os agradeceré que me echéis una mano con las frases que no he conseguido descifrar. UPDATE: Muchas gracias al Camarada, que ha posteado los versos que estaban incompletos o incorrectos.
Eso sí, yo aviso: el vídeo es fuerte, y la letra más. Abstenerse personas sensibles.
Tema: Bastallar
Grupo: Sindicato del Crimen
Estilo: Hip-hop
Cae la noche, te diriges hacia el coche,
un día largo de peleas y reproches,
tus superiores te ordenan:
«aguanta y otra vuelta más de tuerca».
Ellos mandan, ellos pagan y tú haces,
y tú piensas, ¿por qué no?
¿Por qué no me dediqué a otra cosa cuando estuve a tiempo? ¡Por favor!
Esto de la política nunca fue lo mío,
por circunstancias de la vida
hoy milito en un partido.
Cuando los niños lloran pa’ comer
juro lealtad al mismísimo Lucifer.
Y así fue: el diablo ganó las elecciones,
tendrás un cargo con mejor retribuciones: «Concejal Adjunto en Defunciones».
Suena mal, pensaba, caminando hacia el coche.
¡BUM! ¡Me han disparado!
No me han matado pero estoy sangrando,
cuánto bastardo inconsciente hijo de de mil perras
que fría y dura que hoy está la acera
Mi sangre roja naturalmente,
cae por mi nuca sintiéndola caliente
el charco se desliza por el frío asfalto
mientras arraso un hormiguero cercano.
¡Bum! Choque de elementos: materia gris, nueve milímetros de acero.
Dentro de breves momentos todo habrá acabado, estaré bien muerto.
¡Familia! A lo mejor estoy a tiempo, sigo vivo mientras pienso todo esto.
Escucho y oigo pasos, veo zapatos: ¡Ayuda! y vuelvo a estar encañonado.
¡Bum! ¡Bastallar, bastallar!
Ba-¡bum! ¡Bastallar, bastallar!
Ba-¡bum! ¡Bastallar, bastallar!
Ba-¡bum! Ba-¡bum! Ba-¡bum!
(x2)
Otro día más suena el despertador,
me he levantado temprano con semblante sereno:
hoy es la culminación, llevamos semanas preparándolo.
Esta noche mataremos a un cerdo bastardo del otro bando contrario;
es un hombre casado, padre de dos hijos:
trataré de no pensarlo cuando apriete el gatillo.
Esto es una guerra, y la primera regla:
«ni sentimientos ni principios». Me habéis oído:
no somos asesinos, somos soldados al servicio.
Mis superiores ordenan otra vuelta más de tuerca,
retumba la palabra en mi cabeza.
Sólo pido tranquilo que no me tiemble la mano:
por la causa habrá otro asesinato.
¡Bum! Espero en un coche,
al otro lado de la calle mi hombre.
La noche cae envolviéndolo todo,
un frío seco, la función bajo cero.
Escenario solitario y perfecto,
y en mi muñeca va el cronómetro corriendo.
Veo salir al sujeto, caminando por la acera absorto en pensamientos.
¡Bum! Me he acercado muy despacio por detrás,
le he disparado una bala en su nucá,
mi compañero me hace señas a lo lejos: ¡compruébalo y sal corriendo!
Mientras tanto, sorprendido observo
cómo la víctima intenta taparse su propio agujero
pa’ frenar la hemorragia.
Sin tiempo de pensar rematándole otra bala.
¡Bum! ¡Bastallar, bastallar!
Ba-¡bum! ¡Bastallar, bastallar!
Ba-¡bum! ¡Bastallar, bastallar!
Ba-¡bum! Ba-¡bum! Ba-¡bum!
(x2)
Santurrón
Creo que ese es el adjetivo que mejor define a Juan Manuel de Prada. Lo sé porque hubo un tiempo en el que leía sus artículos en El Semanal: después decidí que si seguía haciéndolo, algún día moriría de una crisis hipertensiva. Los textos que merecen la pena (que también los escribe) no compensan el sacrificio de leer regüeldos como este. Sin embargo, gracias a Rinzewind he tenido la oportunidad de deleitarme con la prosa del chupacirios.
Menos mal que aún quedan españoles de bien, como aberron, que no escatima pólvora para acribillar, punto por punto, cada una de los argumentos que, capciosamente, desliza de Prada en su artículo.
Y es que no podemos bajar la guardia. Aquí (aún) no hay quien pida que se enseñe el Creacionismo en las escuelas (en otros lugares ya lo han conseguido de facto), y vamos en el buen camino sacando la religión de las aulas. Pero aún queda mucho trabajo por hacer, así que debemos mantener desenvainadas las espadas y prietas las filas (ot-tia, quizás debería cambiar esa expresión…). Un buen comienzo sería leer este artículo de El País: os llevará varios minutos, pero os lo recomiendo encarecidamente.
También han hablado del tema…
Psicoteca: «»Creacionismo»: Respuesta a Juan Manuel de Prada»
Javier Armentia: «Yo También Estoy Convencido De Que Juan Manuel De Prada No Tiene Ni Puta Idea De Biología, Pero Sí Muy Mala Baba»
Golem Blog: «De Prada, creacionista moderado» (Descubierto gracias al enlace entrante: ¡gracias!)
El PaleoFreak: «De Prada: hay que trabajar más»
Actualización 01/10 @ 13:43:
Mauro Entrialgo: Realidad alternativa 3456 (vía Microsiervos, vid. infra)
Microsiervos: Juan Manuel de Prada la lía parda con el creacionismo
Aún es pronto
Hoy he tenido un debate con un médico que cantaba las bondades de la sanidad privada, y lo rematadamente mal que funciona la pública; entiendo que la salud pública a menudo es un mamoneo, y que es un error eso de que el puesto de trabajo sea prácticamente vitalicio (sin un incentivo, yo tampoco la hincaría). Pero eso no ha de cegarnos y evitar que nos percatemos de que el fin de la empresa es ganar dinero. Punto. Ni sanidad, ni pollas. Di-ne-ro. Eso no es simplificar los argumentos: es no perderse con palabrería.
El problema es que, como digo, a veces la gente se confunde. Y luego pasa lo que pasa. Afortunadamente, aún hay tiempo. Aún.
Seguimos para bingo
Menudo diíta llevo… Eso me pasa por leer la prensa que no debo. En fin, ya me callo, que tengo que estudiar. Pero, antes de eso, por favor, ¿alguien me hace el favor de explicarles a estos caballeros la diferencia entre curar y encarnizarse? ¿Entre eutanasia y limitación del esfuerzo terapéutico? ¿Entre ser médico y un cabrón? Gracias.
Sobre el aborto
Había preparado esta entrada hoy por la tarde, mientras escribía esta otra. La dejé guardada para los momentos de sequía posteril, pero creo que este es el momento oportuno para publicarla. Así que aquí la tenéis.
Aunque no lo he manifestado nunca, creo que los que leáis habitualmente este blog os podréis imaginar mi postura respecto a ese tema. Pero, por si acaso, lo voy a explicar. Creo que la ley actual (una Ley Orgánica de 1985) es un tremendo coladero. Recordemos los tres supuestos en los que es legal el aborto:
- Violación (según artº 429 del Código Penal): en las doce primeras semanas.
- Malformaciones del feto: en las veintidós primeras semanas.
- Peligro para la vida / salud física / psíquica de la mujer: en cualquier momento.
Hecha la ley, hecha la trampa. Y como en España inventamos el género de la picaresca y a perros no nos gana nadie, pronto supimos cómo darle la vuelta a la tortilla. Lo que significa «violación» es algo tan obvio como el hecho en sí mismo. Las malformaciones del feto, casi que también (aunque sólo sepa verlas el ecografista). El peligro para la vida de la madre… bueno, no quisiera yo estar en puerta y que me llegara una embarazada con una eclampsia; ahí es la vida de la madre o nada. Sin embargo, eso de la salud psíquica… Es lo que decíamos de las «pseudociencias». ¿Qué implica esto? Que ese supuesto, el del mal psíquico, se transformó en el agujero al que recurren casi todos los casos (creo recordar que hablamos de más del 90% de los abortos).
Personalmente opino que es de cajón que, con el estado de conocimiento actual, no se puede hablar de ser humano, persona, o lo que sea, antes de la semana doce. Los argumentos que mantienen lo contrario recurren, en muchos casos, a la sensiblería. Pero no me parece que una amalgama de células, por mucha «potencialidad» que tenga, merezca ser llamada ser humano. Es falaz. Y también opino lo contrario: un feto de veinticuatro, treinta semanas, es un pequeño churumbel. Vale que todavía no sepa decir «papá» o «mamá», pero grosso modo está completamente formado, es demasiado parecido a ti o a mí para decir que no es una persona. Por consiguiente, creo que acabar con ese montón ordenado de células previa a la semana doce no tiene mayor repercusión moral que la extirpación de un tumor (así de duro y así de real). Y hacerlo en las fases finales del embarazo es un auténtico crimen (en el sentido literario de la palabra).
Y ahora volvemos al principio: la ley actual del aborto. Esa ley que permite acabar con la vida de un feto o embrión, en cualquier fase de la gestación, en base a dudosísimos criterios. Dije que era un coladero por dos razones: una, es que permite de facto efectuar un aborto voluntario en cualquier momento. Y otra es que, para que una mujer pueda abortar, tiene que recurrir a chanchullos. Si lo que queremos es permitir que una mujer pueda abortar libremente, ¿no sería mejor admitirlo sólo cuando eso no implica acabar con una vida humana y sin que la madre tenga que recurrir a argucias? ¿De forma libre, antes de la semana doce (o de la ocho, para estar más seguros)? Creo que en dos meses (o uno, si es distraída con las reglas) ha tenido tiempo de sobra para pensar qué es lo que quiere hacer. De hecho, la inmensa mayoría de los abortos en España ocurren antes de la semana ocho (y la práctica totalidad, ~90%, antes de la doce).
Perdonad el final abrupto, pero prometí que la publicaría tal cual estaba.
Mal empezamos
Esta tarde, cuando llego a mi casa, abro Firefox para ver qué hay de nuevo bajo el sol, y en la portada de Diario Médico veo este titular:
Y pienso: ya la hemos jodido.
¿No os chirría nada? Veamos: ¿qué tiene que decir la ministra de Igualdad a ese respecto? Es como que el Mº de Educación, Cultura y Deporte promueva una ley sobre condones (por lo del ejercicio, digo). En todo caso, eso sería competencia de Sanidad (aunque al pobre Bernat, desde lo del Carlos III, lo hayan dejado temblando). Si se quiere regular sobre un tema sanitario (y no me negaréis que el aborto lo es), debe hacerlo el Ministerio responsable. Si lo que quiero es propaganda y titulares de periódicos, se lo damos a la miembra más guachi del Gobierno.
Cuando he leído la noticia entera, no he podido evitar contrastar opiniones. ¿Primer sitio? Lisergia Digital: quería oler a pólvora. Allí copiapegan la nota de Europa Press y no dicen nada más. Cagüensos, yo que esperaba ver sangre… ¡y no han explotado el filón! ¿Cuál? Os doy una pista: leed los nombres del panel de expertos. ¿No veis ningún hospital que os suene? ¿Seguros? Os doy otra pista: caso Montes. Fíjate que habérseles escapado esa perla…
Así mismo, tampoco creo que meter un poco de variedad en el comité les hiciera mucho mal. El resultado sería el mismo pero, por lo menos, podrían justificar que han oído todas las opiniones involucradas.
En fin, veamos en qué para esto. Yo ya me estoy haciendo una bolsa de palomitas.
Despegue (parte 1: periodistas)
Antes de escribir esta entrada, quisiera recordar a las más de ciento cuarenta personas que han fallecido esta tarde en el accidente de Barajas. Hacía más de veinticinco años que la aviación en España no veía una catástrofe así. Esperaremos a las conclusiones de la CIAIAC y la NTSB porque, si bien nada de lo que digan podrá devolver la vida a los fallecidos, al menos queda la esperanza de que sirva para que no se repita un accidente como este. Descansen en paz.
Escribo esta entrada en un día triste como hoy para ayudar a paliar la grave desinformación a la que nos someten los periodistas. Sí, ya lo sé: que no pueden saber de todos los temas, etcétera. Hombre, eso no quita para que puedan usar su sentido común; una locutora del telediario de TVE no dejaba de repetir que «A pesar de haber despegado desde la te-dos, el avión se ha desplazado hasta la te-cuatro, donde se ha estrellado». Por partes: señorita, ¿usted ve escombros humeantes? ¿Le parece que el avión se la ha piñado con el edificio? No, padre. Pues entonces, ¿por qué repite una y otra vez que el avión «se ha estrellado en la tecuatro»? Es que ni con la infografía (de Google Earth) delante se corregía la chica: una cosa es estrellarse «en», otra es hacerlo «cerca», y otra es caerse dos kilómetros más allá.
Después, ¿no has ido nunca a Barajas? ¿No te ha llamado la atención que en la T4 no hay nunca ningún avión de Spanair? Es más, si has volado con Spanair (JKK, para los amigos), ¿nunca te has preguntado por qué embarcas siempre en la T2? Quizás… ¿porque JKK tiene asignada la T2? Pero eso no significa que la pista esté al lado de la terminal; de hecho, generalmente suele pillar un pelín lejos, así que una vez que has embarcado, el avión sale de la terminal y se da un garbeo hasta llegar a la pista de donde va a despegar. Paseo que, en el caso de Barajas, si está operando en configuración norte (lo cual ocurre muy a menudo, como hoy), pasa necesariamente por delante de la T4. En resumen: que la locutora estaba comentando lo obvio, aunque ella parecía no enterarse.
En cualquier caso, como decía, los aviones no «salen», no despegan de una terminal. Los pasajeros embarcan en la terminal, y los aviones despegan en las pistas (que, sorpresa-sorpresa, periodistas, ¡sirven tanto para despegar como para aterrizar!). Y que haya salido de la T2 y haya pasado por delante de la T4, es una información completamente irrelevante.
Aunque la periodista seguramente no lo sabía, es más llamativo el hecho de que, estando en el punto de espera de la pista, el avión volvió al parking, «por problemas técnicos», según se dice. En los mentideros de palacio también añaden que un TMA le echó un ojo antes de volver para intentar su último despegue. Me gustaría creer que es un bulo porque, de ser así, la cosa huele a un release to service mal firmado (compañía con un ERE en ciernes, con todo el mundo con el culo prieto…). Y eso es un tema muy serio.
Sigamos con los gazapos. Aquí nos metemos ya en el tema técnico, que es para lo que yo escribía, y que son errores que me parecen perdonables. Al fin y al cabo, un periodista no tiene que saber cuál es la definición de Vr, o qué significa eso del «punto de no retorno». A un periodista no le hace falta. A vosotros tampoco. Pero yo os lo quiero contar.
Sin embargo, como ya me he alargado demasiado, mejor publico esta entrada y os lo explico en otra distinta. Hasta dentro de un rato.
Opinión sobre la opinión
La opinión es como una cagada: cada uno tiene la suya, y sólo huele mal la de los demás.
«Opinion’s like a shit: everybody has its own, and only stinks the others’»
Carlos en «Ya, pero yo opino…»
Selección natural y economía sanitaria
Aviso a navegantes: aquellos que terminéis de leer el texto posiblemente me comparéis con el Dr. Mengele. En ese caso, prometo que no aplicaré la ley de Godwin pero, por favor, dad argumentos. O, mejor, intentad refutar los míos, que será más útil para todos.
Introducción
Estoy disfrutando ahora de «Brave New World Revisited» (Nueva visita a Un Mundo Feliz), una serie de artículos escritos por Aldous Huxley, remedando un epílogo a su novela «Un mundo feliz». Abro un paréntesis para recomendaros que leáis los dos, si aún no lo habéis hecho. Respecto a la novela principal, no me voy a alargar exponiendo mi opinión: sólo diré que, a pesar de estar escrita allá por 1931, creo que proporciona una visión no demasiado descabellada de un futuro bastante próximo.
El caso es que, como decía, estoy leyendo «Brave New World Revisited». Comparto muchas de las cosas que dice Huxley, y eso que justo he terminado el primer capítulo; ya por 1958 era un visionario del desarrollo sostenible hablando sobre la superpoblación. No en vano, las protagonistas de la novela (recordemos: 1931) llevaban sus anticonceptivos en unos elegantes «cinturones maltusianos» (hijos de la LOGSE aunque intelectualmente inquietos: clicad aquí).
Acabo de terminar el primer capítulo. Llego al segundo: «Cantidad, calidad, moralidad». Y me encuentro con esta perla:
Hoy, gracias a la sanidad, la farmacología moderna y la conciencia social, la mayoría de los niños nacidos con defectos hereditarios alcanzan la madurez y multiplican a los de su clase.
Voy a tirarme flores: yo ya lo sabía. Desde el instituto intuía que la labor evolutiva de eliminar a los sujetos menos capacitados, antaño encomendada a la selección natural, es algo que nosotros venimos suprimiendo de un tiempo a esta parte. Hacemos todos los esfuerzos por permitir la supervivencia de los individuos con fallos y, lo que es más grave, aquellos con taras genéticas y, por tanto, transmisibles.
Coste sanitario
Sin embargo, no es sólo esto lo que me ha movido a escribir esta entrada. Ayer mismo le oí decir a un hematólogo que «el tratamiento de un hemofílico cuesta en torno a quince millones de pesetas anuales». Por muy hematólogo que fuese, la cifra se me hizo desorbitada; sin embargo, bastó una mirada al Medimecum y un par de cuentas para darme cuenta de que así era. Estamos hablando, grosso modo, de entre ocho y veinte millones de pesetas por año y persona (50-120.000 €), en función de la edad y la gravedad de la enfermedad, y suponiendo que jamás tenga una complicación (nada de hemorragias, nada de artrosis).
Pero no es necesario hablar de enfermedades tan raras, ni de cifras tan astronómicas. Pongamos un varón de 67 años que tiene un infarto en su casa, llama a la ambulancia y lo llevan al hospital. Le tratan, no tiene ninguna complicación, y se va de alta lo antes posible. Voy a hacer unas cuentas chapuceras, con datos reales: 300 € de la ambulancia. 4.000 € de la angioplastia para reabrirle el vaso, y 2.500 € del stent que le implantan para mantenerla abierta. Un día en la Unidad Coronaria y cinco más en planta suman 2.900 €. Las visitas médicas, analíticas y exploraciones son algo muy variable, pero pongamos unos 1.000 € más. La medicación que ha tomado en el hospital se la regalamos (aunque el primer día puede consumir unos 400 € en medicamentos, y el primer año de tratamiento son unos 930 €). Cuando este hombre vuelva a su hogar una semana más tarde, casi completamente repuesto, habrá gastado más de 1.750.000 pesetas (10.700 €).
¿Qué quiero decir con esto? Que no hace falta irse a enfermedades rarísimas como la hemofilia para que la cuenta de gasto sanitario suba como la espuma. Y tomemos ahora una instantánea de la situación. Todos nosotros hemos tenido la suerte de nacer en un país y en un momento donde la sanidad es pública y socialista: se le da lo que necesita a quien lo necesita cuando lo necesita. Si existe tratamiento, se aplica; sin escatimar. El derecho a la atención sanitaria es algo inalienable. Creo que todos estamos de acuerdo en esto, ¿no?
Sin embargo, la sanidad tiene un coste. ¿Quién lo hubiera dicho, verdad? Y, lo que es más grave, este coste es cada vez mayor. Da igual lo que se haga por intentar reducirlo, porque siempre aparecerán tratamientos mejores, más avanzados y más caros: la paradoja de Maxwell, creo que lo llaman. Quizá hable sobre esto otro día.
Y, por si fuera poco, el hecho de que los recursos están limitados implica que el acceso a los mismos es competitivo. No se puede tratar siempre, con todo, a todos los pacientes, sino que hay que seleccionar: cuando vas en una ambulancia y llegas a una catástrofe, el criterio de atención es «a lo que se mueva» (sí, tal cual). Por eso, optimizar el uso de recursos no es algo mercantilista. Es una cuestión de justicia social. El dinero se acaba, y tratar a un paciente supone no hacerlo con otro. Con la diferencia de que, si en uno empleo demasiados recursos, serán muchos los que se verán privados de ayuda. Tratar a un único hemofílico supone dejar morir a veinticinco personas en lo alto de un monte de donde sólo un helicóptero puede sacarlos, o que fallezcan otros tantos pacientes con una simple apendicitis.
Feedback positivo: más gasto implica más gasto
Muy bien: ya hemos fijado los puntos de partida. Ahora lanzo la bomba. Está claro que la sanidad es cara, y no hace falta ser economista para darse cuenta de que el modelo actual es insostenible. En ese contexto, ¿cómo se concibe dar un tratamiento, que además sólo es paliativo, para una enfermedad hereditaria y, por lo tanto, perpetuable?
Como decía al principio, antaño un hemofílico hubiera tenido muchas cartas para morirse joven: eso es lo que permitía que la enfermedad tuviese una prevalencia mínima, con muy pocos casos en la población. Selección natural, y esas cosas. No obstante, ahora tenemos los medios para pasarnos a Darwin por el forro y conseguir que sobrevivan. Y cuantos más enfermos sobreviven, más enfermos hay en la población.
En este punto es cuando teméis lo que voy a decir y me llamáis doctor Mengele. Pero antes dejadme continuar. El problema no es que haya más enfermos, sino que estos enfermos «crean» más enfermos, multiplicando los costes: cuanto más gasto en ellos, más tendré que desembolsar. Volviendo a los ejemplos que he puesto antes, no hay ningún problema en rescatar a un herido con un helicóptero, o en hacer una apendicectomía, o en tratar a un infartado, pues el tratamiento es curativo, basta con una intervención puntal. Por el contrario, el hemofílico necesitará un tratamiento vitalicio y, además, transmitirá su tara a su descendencia. El hecho de que el infartado o el apendicectomizado puedan vivir más años no hace que, a largo plazo, haya más infartos o apendicitis en la población. Pero si hablamos de enfermedades hereditarias, el aumento de la supervivencia provoca un aumento geométrico en la prevalencia (antes de que repliquéis: ya sé que estoy simplificando, pero es para no enrollarme).
¿Entonces?
Me preguntaréis: ¿y ahora qué hacemos? ¿Nos llevamos las manos a la cabeza y gritamos? ¿Votamos al PP para que privatice la sanidad?
No: es mucho más sencillo que eso. Apuesto chuletón contra hamburguesa a que algunos ya habéis visto la solución según iba hablando. El remedio se llama prevención sanitaria. Cada céntimo invertido con sensatez en prevención, es un céntimo que multiplica su valor, tanto en el sentido económico como de vidas salvadas y calidad de vida mejorada.
Así pues, prevenimos los infartos con campañas de fomento de la dieta saludable y, cuando ya ha ocurrido el infarto, prevenimos sus complicaciones con fármacos. Prevenimos las ETS con campañas de educación sexual. Prevenimos las complicaciones postoperatorias despertando al paciente en quirófano. Y miles de ejemplos más de medidas con una relación coste/beneficio muy satisfactoria.
Sin embargo, ¿cómo podemos prevenir una enfermedad genética? ¿Matando a todos los hemofílicos, para que no la transmitan, «muerto el perro, muerta la rabia»? Obviamente no: ¿qué falta tienen que expiar ellos con su vida? No, mala solución: una vez que están con nosotros, la sociedad tiene el deber moral de atenderlos. Pero repito: cuando ya están aquí. ¿Y si pudiésemos prevenir las enfermedades genéticas? Es decir: ¿y si pudiésemos evitar que apareciesen individuos con taras genéticas? Espera… ¡sí que podemos! ¡¡Selección embrionaria!!
Atención, no me malinterpretéis. No hablo de eugenesia, porque no estamos mejorando la especie humana: no se trata de hacer hijos más guapos, altos y rubios, sino de quitar las enfermedades y, en concreto, aquellas que suponen un especial gravamen para la comunidad. Es la misma diferencia que existe entre la eutanasia y la LET. ¿A que todos veis bien «dejar de curar», pero está mal «matar»? Pues esto es parecido: no consiste en «mejorar», sino en «quitar lo malo».
En fin, después de semejante tocho espero, como dice la canción, haber desordenado vuestra conciencia. Porque, lo mismo que todo el mundo entiende que las campañas de prevención sanitaria son un bien social e individual, también deberíamos entender que lo que propongo es una solución factible a un problema real. No obstante, no es la única: hay otra, pero es más de «ciencia ficción» (lo cual significa: «lo veremos antes de 20 años»). ¿Alguien adivina cuál? Un gallifante al que lo haga.
Han hablado sobre esta entrada…
Rinzewind en «Las penas del agente Smith»
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Caminando hacia la nada